viernes, 12 de noviembre de 2010

ESPACIO CULTURAL, LITERARIO Y FILOSÓFICO ..Nro 016.

ESPACIO CULTURAL, LITERARIO Y FILOSÓFICO ..Nro  016.
ARTÍCULO:
INVITACIÓN----A LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO “TROZOS DEL ALMA” DE FERDY GARCÍA BES.
Fuente: Editorial Hanne.
EDITORIAL HANNE, TIENE EL AGRADO DE INVITAR A Ud(s) a la presentación del libro “Trozos del
Alma”, de Ferdy García Bes que se realizará el Martes 16 de Noviembre a las 20.00 horas en la
sede PRO CULTURA SALTA,  Mitre 331.
Se ruega puntual asistencia.

TROZOS DEL ALMA”
Coplas de un salteño en el Bicentenario.
Fernando García Bes

Prólogo.
Agradeciendo estas coplas .
Fernando García Bes nos ha traído en sus alforjas una demasía de coplas campesinas, regadas con vino anochecido y cosechadas entre guitarra y caja.
Fernando García Bes es un salteño entero y un poeta criollo cabal, sin caricaturas gauchescas ni folklorismos afectados: vive lo que muestra y muestra lo que vive. Varón de palabra pues, sin derrochar palabras que sólo suenan, como él mismo lo cuenta:
Y aquí me hallo mi amigo,
medio lejos de mi pago,
porque cuando hablo digo
y cuando digo lo hago.

Desde el Norte .
No hay casualidad en esto de nacer por acá. Así como la Patria se mira solitaria desde el Norte, del Norte también vino la poesía genuina de la Patria, mal que le pese a esa Ciudad Puerto que se mira solitaria en el espejo de su propio vacío creyéndose el país todo.
Con una docena de líneas algo pedantes, me justifico en lo que digo.
El imperio incaico, con su homogeneidad política, jurídica y administrativa impuesta desde el Cuzco, dio las bases uniformes para el bautismo de esta Sudamérica Argentina, tal como Roma lo había facilitado otrora para la evangelización de Europa. Y surgido el vasto Virreinato del Perú es de allí que nacerían diez provincias argentinas: siete  conformando el Tucumán y tres, vía Chile, a todo Cuyo. Y fue también en ese Perú mismo donde se adiestraron los misioneros jesuitas que forjarían la cultura hispano-guaranítica de la región del Paraguay, desde la cual se gestaría luego, a partir de la Asunción, toda la civilización del Plata. Por ambas vertientes se cimentaría nuestra cultura argentina fundacional.
Pero cuando la dinastía francesa de los Borbones sustituya en la corona real a los Austria e irrumpa la Modernidad atlántica, o sea cuando la Madre Patria España ceda su lugar a una madrastra metropolitana, tuvimos desde este Norte fiel a su identidad originaria que declararnos independientes apostando vida y hacienda en ello, tal como lo hizo entre otros, y de los primeros, don Martín Miguel de Güemes.
Será entonces cuando el nuevo protagonismo económico-político de Buenos Aires querrá refundar otra Argentina atlántica pretensiosa de comenzar en sí misma y desde sí misma mendigando para ello las tutorías del colonialismo eurocéntrico. Compró así su promisorio futuro material al precio de abolir todo el presente vivo de su pasado y hasta a la gente que lo encarnaba. Y que lo diga si no el otro Martín, el de José Hernández.
Coplas norteñas.
Todo esto lo recordamos para subrayar de dónde viene esta cosecha poética que el lector tiene ahora entre sus manos. Esta no es apenas poesía “folklórica” ni viene del “interior”, como dicen desde su “aquí” implícito los porteños. Esta es poesía fundacional brotada en las raíces mismas de la Argentina original.
Las coplas criollas pueden parecer hoy a muchos un género menor, simpáticas y entretenidas pero sin vuelo poético de altura. Este error queremos evitarle a los lectores del presente libro para que no se pierdan por inadvertidos, todo un tesoro tal vez oculto pero no escondido.
El oficio del criollo coplero consiste en decir y transmitir honduras con un lenguaje tramposamente simple y una expresión despojada a propósito, no por rusticidad, de ornatos superfluos. Tales coplas tienen una belleza rotunda, no por la obligada brevedad de su versificar sino por su buscada y trabajada concisión. Reflejan ese modo de ser del paisano norteño que sabe decir mucho y hondo sin multiplicar palabras, pues la copla se entrega con esa gentileza de suponer en el auditorio el eco correspondiente de una inteligencia rápida y despierta. Hay en cada caso que estar atento, para no perderse la hermosura relampagueante de un canto tan fugaz como el aleteo de luz irisada de un colibrí.
Vuelvo a recordar que, como decía el estudioso Ramón Menéndez Pidal de los romances populares asumidos y continuados por los poetas grandes del Siglo de Oro español, tienen estas coplas aparentemente simples “esa trabajada sencillez, esa difícil facilidad” de quien no se ha quedado en cortas imitaciones. Éstas de García Bes son así coplas cultivadas cuidadosamente y en las que se ha impuesto hasta el desafío complejo de una doble rima, y sin embargo transfiguradas para mostrarse con la candidez de una engañosa elementalidad.

Las coplas de este libro.
Sabemos que los prólogos pueden a veces resultar inútiles y estar de más, por lo que queremos explicar la intención de estas líneas y justificarlas. La idea es presentarles a los lectores una media docena de las coplas que trae este libro, vendimiando en estas vides algunas composiciones ejemplificativas de esta obra que, harto generosa, desborda toda medida. Frenamos nuestro entusiasmo para no abundar en transcripciones pues por cada copla citada hay otras cien que la igualan.
En varias tropillas, cada una de idéntico pelo, ha ordenado su obra García Bes: unas son coplas de Carnaval, otras sobre la Bandera, Nostálgicas o Picarescas, Costumbristas, Consejeras, Reflexivas, etc. Nosotros nos ceñimos a hablar de solamente dos pares de aspectos: el oficio del cantor, siempre de a caballo, y las dimensiones de la Patria cuando él nombra sus lugares y su gente.
El cantor.
El tema usual, como para irse afinando la voz y también el oído del auditorio, es anunciar la abundancia que se trae en las alforjas con la generosa desmesura obligada en los momentos festivos, donde nunca ha de haber escasez de coplas o de vino (como lo enseñó el mismo Jesús cuando lo invitaron a un casorio):
Los cantos que voy a cantar
son del fondo de la caja;
ya no los puedo sujetar,
salen sin pedir ventaja.
 Ha habido, es claro, un previo tiempo de gestación:
La semilla que yo planto
en silencio la germino,
y capaz se me hace canto,
si la riego con un vino.
Pero ya ha llegado el tiempo del alumbramiento y entonces, avisa el cantor:
En el carnaval la caja
a mi corazón se acopla,
mi alma se desencaja
y empiezo a parir coplas.
Claro que estos cantos van más allá de un mero entretenimiento para el jubileo envinado de las fiestas y tienen también una misión misteriosa:
Siendo el canto camino
su decir es un paisaje,
el silencio un destino
y el recorrido, mensaje.
Los lugares.
Si amar la Patria no es una abstracción, y si la Patria se consuma en el desposorio de la tierra con sus hombres, habrá que no mirar la tierra como un paisaje apenas ni tampoco considerar a sus hombres como figuras típicas de ese paisaje.
Tienen entonces aliento vivo de Patria esas coplas donde hay una comunión física con la tierra:
Lindo el color del campo
cuando empieza a llover,
se ve la flor del airampo,
al poleo se lo puede oler.
Es claro que el lector tiene que haber siquiera andado por aquí, pues los alcances de evocación de estos versos nunca los podrán cubrir un par de absurdas notas botánicas: airampo, poleo…
La tierra en el Norte ha sido nombrada. En el Sur la vaciedad sin fin de la Pampa hizo que cualquier lugar se pareciera a otro y por eso, mientras en todo el “Martín Fierro” no se podrá encontrar sino la mención de uno o tal vez dos lugares, en estas coplas salteñas pasamos por Amblayo, San Carlos y Macapillo, vamos a la Puerta del Cielo, La Viña o Guachipas:
De Las Costas voy viniendo,
voy cantando mis andares,
el Usuri estoy viendo
por detrás de los pinares.
Yendo por las alturas el hombre recupera su verdadera dimensión dentro de lo creado y la majestuosa, infinita riqueza de la Creación, quedando así sus mezquinas penas amordazadas:
Si con el alma pialada
y con el corazón despiao,
en el cerro no sufro nada,
el recuerdo queda nublao.
El caballo.
Pialar, despiar, es el vocabulario de quien vive su tiempo a caballo. Si el gaucho se llama gaucho es porque tiene y monta a caballo, allá en la Pampa o aquí en el Norte. Y no sólo porque así desempeña el oficio de “pastor ecuestre de ganado mayor”, cual decía el maestro Bruno C. Jacovella, sino porque ese señorío altivo de caballería hace patente antes que ninguna otra característica el orgullo de su particular identidad:
Si debo vender mi bayo
quiero la vida más corta,
pues pa' andar sin caballo
vivir ya no me importa.
Sobre todo si es potro
y mejor si es un bayo,
el mundo siempre es otro
visto desde a caballo.
Los hombres.
Y así, a caballo, es como el coplero recorre y recoge del mundo tantos lugares que irá haciendo suyos en el añejarse de los recuerdos. Pero como decíamos, para que la tierra no sea apenas y sólo un paisaje, hay que conocerla en su desposorio con los hombres y conocer a esos hombres. Por eso el cantor los recuerda con sus nombres y sus circunstancias, bien maridados con el mendrugo de semillas y estrellas que les fuera deparado por Patria.
Con la fugacidad deslumbrante de los relámpagos en la noche, así estas coplas son acabadas pinturas y retratos fidedignos logrados con los mínimos recursos de un parpadeo:
En San Antonio, Gregorio
Aquino el molinero,
llenó de luz su velorio
con resplandor harinero.
El arte del poeta vuelve universales a estos personajes y cito al caso:
Tras de muchos avatares
y ya con un paso lento,
se apaga Laureano
Juárez en Posta del Juramento.
Este solo ejemplo nos basta para explicar lo que decimos. El cantor retrata a una persona concreta y en una situación de vida particular. ¿Podemos entender y ahondar en tal copla sin ese conocimiento preciso y personal? Sí podemos. La poesía lo ha transfigurado todo y es posible entrever entonces en aquel Laureano Juárez una vida entera de peripecias, acercándose cansina y disminuida al término de su camino como quien “se apaga”. Y ya no es su vida sino un destello de nuestra propia condición humana, aquí o en ese destino común cumpliéndose allá en Posta del Juramento. Tal es la magia del poeta.
Para terminar.
Pero nos estamos extendiendo demasiado y molestando ya al lector con nuestras propias impresiones sobre la lectura de este libro, cuando es necesario darle lugar para que madure las suyas, así que vayamos terminando.
Una de las coplas finales de este libro dice:
Siendo la copla al cantar,
de decir algo un modo,
con esta yo ya quiero dar
las gracias por tanto todo.
Y no, no es así Fernando García Bes. Somos nosotros los que debemos darte las gracias por “tanto todo”.
Enrique Prevedel / Miguel Cruz desde el Norte .
Epílogo:
 de Margarita Fleming de Cornejo .
 Ferdy rompió el silencio,
para estallar en un envión
cancionero desde el alma
en coplas llenas de amor.
Consejas de tono serio
y de matiz socarrón.
Lecciones a gente joven,
para un viejo o un menor.
Mas Dios es su amor primero,
se aferra a Él con fervor,
lo predica con sus rimas
de alegría y de dolor,
en este tiempo confuso
que zarandea al mejor
y sacude como a trigo
a la mujer y al varón.
No son estrofas ingenuas,
llaman a honda reflexión.
Son estocadas profundas,
claman por un mundo mejor,
do al hombre le calzaba
ser “el rey de la creación”,
maguer altos y caídas,
más, en la recta intención,
con aciertos y agachadas,
gajes de la condición
pero en fé bien afianzada
en la ley de su Señor.
Con esta nostalgia Ferdy
ruega por sí y por nos,
mientras recorre evocando
dones y gracias de Dios.
Los cerros en el paisaje,
los astros la luna y el sol,
las glorias del panorama
que nos hablan del Creador.
Las andanzas en un flete.
De mil guitarras el son.
La vida del hombre libre,
sin desmedida ambición
ni codicia o vanidades,
fuente de gran desazón.
Transita su alma campera
en tácita mostración
que si es posible gozar
del cielo, en el corazón.
Para que todos, hermanos,
en este mundo de Dios,
detengan tanta carrera
que atribula y da temor,
e intenten hallar reposo
dando un golpe de timón
hacia un tiempo no lejano
de otro modo de labor,
cuando en paz se trabajaba
sin afán y con tesón
y el prójimo contaba
a la par del propio yo.
Así estas coplas sencillas,
-lo parecen no lo son-
puesto que su contenido
canta en clave superior,
ejercitan la conciencia
a captar el alto don.
Pueden, así, al advertido
servir de contemplación.


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