jueves, 6 de agosto de 2009

LA FUERZA DE LA INTRANSIGENCIA

¿Por qué no probamos la intrasigencia y promovemos el liderazgo de los intransigentes?
Los miserables enemigos de la Justicia que nos tiranizan son implacables.
Tienen 500 secuestrados en sus cárceles y cada uno de ellos tiene una familia que sufre a la par de ellos. Por ejemplo, el padre del Capitán Ricardo Miguel Cavallo, el Sr. Oscar Cavallo, tiene ochenta años y su mujer casi tantos pero no dejan de luchar por su hijo.


El Capitán secuestrado por la maldita tiranía y por el prevaricador Juez Garzón, de España, se ha quedado viudo estando en la cárcel y sus hijos son huérfanos. Historias como ésta debe haber muchas en las mazmorras de Kirchner, pero la "oposición a la Pinedo", fingiendo seriedad política, no es más que una farsa porque elude los temas centrales de lo que debería ser un embate a todo o nada contra los tiranos.


El mismo Monseñor Aguer, que es venerado por los católicos más o menos ortodoxos como una especie de San Atanasio redivivo, ignora el tema, aunque una de las víctimas es su hermano en el sacerdocio, el Padre Christian von Wernich.


Eso basta para descartar como inoperantes sus sesudas e inocuas críticas a las demasías morales que comete el régimen. Mons. Bergoglio, promovido por "La Nación" como el gran opositor, no es nada de eso ni nada que se le parezca.


Con algunos mohines que se interpretan como disgusto frente a la situación, más alguna críticas intrascedentes contra la "prepotencia" del infradotado mandamás y algunas recomendaciones del diálogo entre la tiranía y los fingidos opositores más la digitada propaganda de la prensa ("La Nación" le dedicó la revista del Domingo 26/7/2009, con foto de tapa) , el prelado ha construido, gratuitamente y sin arriesgar ni una uña, una imagen de mártir de la Justicia, casi a la altura del rabino Bergman, otro personaje ficticio de la escenogafía nacional.


Los compañeros de armas de los secuestrados, cómodamente arrellanados en sus pequeñas balsas de sobrevivientes, los ignoran ilusionándose con la idea de que obtendrán un perdón para aquellos sin tomarse el trabajo de exigirlo con toda la fuerza de que dispongan. Nunca estuve de acuerdo con los Altos Mandos en su forma de reprimir la guerrilla ni con la obediencia ciega de sus subordinados, porque se prestó a muchas injusticias. Y rechazo de plano la excusa de que "toda guerra es sucia". De ninguna manera. Sucia es la guerra de los sucios pero no la de los guerreros de la Justicia que jamás deben apartarse de ella.


Pero mucho menos estuve de acuerdo con los asesinos que atacaban a traición y sin piedad, esos mismos que están ahora en el poder o que se presentan como "mediadores" entre los soldados de la Patria y los asesinos dirigidos desde La Habana.


Dicho esto, es evidente que con la ralea de malvados que hoy gobierna jamás conseguiremos por simpatía que la Justicia sea reconocida y que los secuestrados sean liberados. Aprecio enormemente el sacrificio que hacen los abogados que visitan a los secuestrados todos los miercoles, Es una obra de misericordia visitar a los presos. Pero además de eso deberíamos enfrentar la tiranía combativamente y negarnos a considerar como dirigentes en esta lucha a los peronistas "disidentes", ni a sus aliados "macristas", ni a los radicales o carrioristas. Y eso porque no luchan, porque no vencieron a Kirchner, porque en gran medida comparten su ideología y porque no son confiables.


* * *


Necesitamos líderes intransigentes en su amor a la Justicia, veraces, inteligentes y decididos. Eso no quiere decir que deben ser obtusos e incapaces de actuar con paciencia y benevolencia. No deben cargar ciegamente contra los obstáculos sino estudiar serenamente la forma de vencerlos o eludirlos. Intransigencia es tener una constancia insobornable en la persecución del objetivo supremo de hacer triunfar la Justicia y liberar la Patria de esta tiranía para instaurar un buen gobierno, sin alianzas espúreas con la "dirigencia", toda ella culpable en mayor o menor medida de que esta tiranía exista y de que continúe su macabra tarea de arrasar todo Derecho y hundir la Argentina en la miseria. Los falsos opositores han sido siempre y siguen siendo "moderados".


Esa manera de ser podría tener algún éxito si los tiranos fueran a su vez capaces de ser persuadidos por la moderación. Pero cuando es evidente que esa voluntad contemporizadora no existe y que cada día avanzan un poco más en la ruta jalonada de injusticias que emprendieron fríamente desde el primer día que usurparon el poder (los enojos de Kirchner son un "show" payasesco; lo que asusta es la decisión helada con que van desarrollando su plan destructivo aquellos que manejan a Kirchner); cuando es clarísimo que para ellos la Constitución no existe ni se sienten obligados a respetarla y que no hay un Poder Judicial que les obligue a cumplirla -al contrario de lo que ocurrió en la heroica Honduras donde sí lo hay-, entonces la moderación como política es el otro nombre de la traición y los moderados como líderes no son otra cosa que los capitanes de la derrota.


La intransigencia de los hondureños los ha salvado de la tiranía marxista. Dios quiera que puedan resistir y debemos rezar para que así sea. Pero pase lo que pase, ha quedado claro que las mentiras, amenazas y payasadas de Zelaya se han estrellado una y otra vez contra una muralla de sana intransigencia sin la cual los actuales dirigentes de ese país hace rato que se hubieran derrotado a sí mismos.


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¿Es la intransigencia incompatible con la república? De ninguna manera. Por el contrario, la intransigencia en la defensa de la Constitución (la de 1853, no la nula reforma del 94) es la única manera de que sobreviva. La primera intransigencia necesaria es la que se debe tener en el rechazo de los injustos, de los corruptos y de los ineptos. Está en el artículo 16 de la Constitución, que nunca ha sido reglamentado. ¡Jamás lo hubieran hecho los malandrines de la política porque hubiera implicado su propia inhabilitación! (Yo redacté un proyecto en Enero del 2001 que puede verse en la sección "Documentos" de "La botella al mar" pero nunca mereció ni siquiera la atención de los "buenos patriotas").


Por eso, la intrasigencia es primordialmente una cuestión de hombres. Los delincuentes políticos, asociados a la prensa, se han ocupado de execrar esta intransigencia llamándola "discriminación". Santo Tomás de Auino decía que pensar es distinguir, sinónimo de "discriminar".


Podría decirse que actuar en política prudentemente es distinguir entre las personas de bien y las que son malvadas o farsantes. En lenguaje coloquial, podría decirse que actuar en política (que puede consistir simplemente en votar) es no "comprar buzones"... Mientras tenga vigencia la perversa opinión de que no se puede ni siquiera imaginar una acción política sin asociarse, o al menos entenderse, con los peronistas, los radicales o los demás integrantes de la "dirigencia", la Argentina no tiene salida.


La verdad es precisamente la contraria: mientras esa opinión infame sea admitida como una especie de dogma, la Argentina seguirá decayendo hasta la tiranía, la miseria y la insignificancia. Lo único que no hemos hecho hasta ahora es decir un "¡NO!" rotundo a toda esa cáfila de bandidos, no les hemos declarado la guerra incruenta pero sin tregua, no hemos asumido la intransigencia de la Justicia como una bandera de honor.


Lo hemos aguantado todo, hemos aceptado mil veces el "reciclaje" indigno de los impresentables, nos hemos conformado con quejas inofensivas y hemos aceptado como héroes a falsos líderes (políticos, eclesiásticos, periodísticos, rabínicos, militares, empresariales u otros) a los que no se les oye otra cosa que protestas espaciadas, sin garra y sin principios claros, protestas esas que a la tiranía sólo le hacen cosquillas (y las cosquillas la hacen reir).


¿Por qué no empezamos a cambiar y nos abrazamos a los fundamentos de la Patria con intransigencia, resueltos a no dar un solo paso atrás sino cuando a pesar de haber luchado con todas nuestras fuerzas no podamos sostener la posición?


Hasta que tal vez Dios nos ponga en una situación en que nos quede claro que ni ese paso atrás es admisible y debamos morir en el puesto. Sólo así podremos salvarnos de la tiranía y dejarles a nuestros descendientes una Argentina mejor.


Por:Cosme Beccar Varela
correo@labotellaalmar.com
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