lunes, 10 de agosto de 2009

1-EL MITO DE LOS 30.000 , 2- El yunque y el martillo y 3-exportar o perpetuar la pobreza.



1-EL MITO DE LOS 30.000 DESAPARECIDOS


La idea-fuerza setentista más ampliamente difundida, y acatada a modo de dogma por el grueso de la sociedad, parece estar dando un giro de ciento ochenta grados, a raíz de las tan recientes como inesperadas declaraciones de la ex integrante de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), Graciela Fernández Meijide, quien desató la polémica desmintiendo el mito de los 30.000 desaparecidos, en un conocido periódico de nuestro país.



Vale destacar que el peso específico del embuste de marras es de tal envergadura que, además de constituirse en el principal caballito de batalla de las autoproclamadas organizaciones de derechos humanos (que, en rigor, sólo bregan por los guerrilleros caídos y no por sus víctimas), se ha institucionalizado y es difundido por centros educativos, discursos oficiales, medios de comunicación (tanto estatales como privados) y hasta en alegatos jurídicos.



Quizás esto último explique el nerviosismo evidente de los ideólogos del revanchismo setentista, luego de hacerse públicas las palabras de Fernández Meijide.


En efecto, sin perder ni un momento, salieron a la palestra a intentar sostener algo que los documentos no prueban: la existencia de 30.000 desaparecidos.
La realidad insoslayable indica la falsedad del eslogan numérico repetido a coro por políticos en campaña, payasos televisivos que posan de intransigentes, jóvenes autómatas, cantautores de protesta, comunicadores adoctrinados y por cuanto personaje pretenda simular "compromiso social".



Tanto es así, que ninguna de las variadas investigaciones efectuadas por diversos organismos de derechos humanos consiguió recabar una cifra mayor al 30% de lo pregonado por los sofismas oficiales.



A la postre, la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos recopiló 6.000 casos.

Amnistía Internacional habla sobre 4.000 desaparecidos, la OEA tiene documentación de 5.000, en el Comité de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra, se señalaron sólo 1.377; el primer informe de la Conadep estimaba en 8.961 los desaparecidos, aunque luego la cifra sería reducida, por escandalosos casos de personajes públicos que, estando vivos, engrosaban el anexo rápidamente quitado de circulación (el juez Alberto Humberto Meade, el actual procurador general de la Nación, Dr Esteban Righi, y la integrante de la Corte Suprema de Justicia Dra Carmen Argibay constituyen sólo algunos ejemplos de tamaña tomada de pelo).
El guarismo actual y presuntamente depurado contabiliza 7.954 denuncias de desapariciones de personas, aunque gran parte de ellas no son acompañadas por información elemental, como DNI, LE o, incluso, apellido, lo que pone en duda su credibilidad.



Según investigaciones realizadas por el escritor Nicolás Márquez, sólo 4.905 denuncias presentan DNI o LE (1).



Otras fuentes, todas disonantes entre sí, pero ninguna cercana a los publicitados e hiperinflados 30.000, evidencian la falsedad del mito en cuestión.

Alfonsín, al respecto, diría que los desaparecidos "apenas superan los 10.000" .

El Dr. Hilario Fernández Long, miembro de la Conadep y familiar de guerrilleros, declaró la cifra de 8.426.



El senado de España sostuvo que el número es de 7.000 "The New York Times" informó de "sólo 6.000, en forma dudosa, por la falta de seriedad y credibilidad".



Habiendo datos documentados, es dable interrogarse
¿por qué la insistencia de imponer una cifra probadamente ficticia?

Sencillamente, porque hablar de 30.000 desaparecidos genera efectos propagandísticos mayores que hablar de 7.954, 5.000 o uno solo.

Al respecto, bien podemos trasladar una frase que fuera utilizada con frecuencia por los terroristas subversivos en los años 70, que rezaba "cuanto peor, mejor", a la praxis actual de sus familiares y militantes setentistas:
Cuanto peor el número de desaparecidos en términos de cantidad de víctimas, mejor los resultados del marketing.



Cabe aclarar que la práctica de la desaparición de personas, diagramada e implementada por el gobierno constitucional peronista y continuada por el gobierno cívico-militar, es, de suyo, reprochable. Empero, falsificar la verdad de estos lamentables sucesos no es sino incidir sobre la memoria de los mismísimos damnificados.

En este sentido, el ex guerrillero Martín Caparrós escribiría que "falsear la historia es lo peor que se les puede hacer a sus protagonistas: una forma de volver a desaparecer a los desaparecidos".
Lo que aquí queda demostrado, al certificarse la falsedad de los dígitos del eslogan setentista, no es que 8.000 desaparecidos sean menos condenables que 30.000, sino que las organizaciones de derechos humanos, sus militantes e, incluso, sectores del mismísimo Estado mienten a sabiendas, descarada e impunemente

FUENTE:

YO FUI UN ORGULLOSO...RODILLAS NEGRAS

ENVIADO POR : MARIO OMAR.

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2- El yunque y el martillo, titula hoy Macky Arenas
Una Tribuna para voces del decoro

Por Macky Arenas

Cuando Alemania y luego -por la absoluta incapacidad de comprender la verdadera naturaleza de ese régimen- el resto de Europa agonizaban bajo el yugo nazi-fascista, una voz llena de coraje y de verdad se alzó para denunciar la barbarie a todo riesgo. La del obispo de Münster, Clemens August von Galen, hoy beato de la Iglesia Católica. La gente padecía lo indecible y el terror iba minando la capacidad de reacción. Pero, en el momento en que hacía más falta, sacudía como un huracán la denuncia de ese pastor, quien tuvo la valentía de pronunciar abiertamente lo que la población pensaba, pero nadie se atrevía a decir en voz alta.


El obispo Galen se convirtió en un punto de referencia y en un modelo ideal de lo que significa el coraje de la fe en tiempos de persecución y logró darle un empujón de ánimo a la resistencia. Clemens von Galen era un hombre de la resistencia que había comprendido a cabalidad que ella es “religiosa y moral en su sustancia, pero también política en sus consecuencias y efectos”. El predicaba para combatir lo que consideraba la más amarga experiencia de su tiempo: el constatar que su pueblo había perdido el sentido del derecho. Desde el púlpito suscitaba gratitud y veneración, entre católicos y no católicos. Atacaba desde “la adoración de la raza” hasta la “locura homicida” ante la cual exclamaba: “Con gente como esa, con quienes pisan orgullosos nuestras vidas, ya no puede haber comunidad de pueblo”. La Gestapo no le perdía pie ni pisada, lo acusaban de llevar adelante una labor “disgregadora”; Goebbels calificaba la batalla del obispo por la justicia y la dignidad del hombre como “el ataque frontal más fuerte desencadenado contra el nazismo en todos los años de su existencia”; con fuerza y seguridad, las frases salían como truenos de su boca desenmascarando a los criminales del régimen. Se convirtió en “el opositor más obstinado al anticristiano programa nacionalsocialista”.


La SS lo llamaba “cerdo” y pedía que fuera ahorcado. Lo acusaban de “mentalidad nociva para el Estado y alta traición”, lo cual equivalía a una condena a muerte. Fueron arrestados, asesinados o recluidos en campos de concentración cientos de sacerdotes y laicos, pero al obispo no lo tocaron. Hasta la locura nazi sufría de súbitos ataques de sensatez: matarlo habría significado crear un mártir de alto rango. Hitler no necesitaba un choque abierto con la Iglesia en tiempos de guerra. Ante las espeluznantes amenazas, sus colaboradores le preguntaron qué debían hacer si era arrestado. “Nada”, contestó. “Las fuerzas diabólicas se han puesto a trabajar, pero las puertas del infierno no prevalecerán…” No es necesario aclarar, a estas alturas, qué fue lo que prevaleció tras aquella enconada batalla entre el Bien y el Mal.


El centro y cima de la predicación del obispo Galen era: “¡Hacerse duros! ¡Permanecer firmes! En este momento no somos martillo sino yunque… Extraños y traidores martillean sobre nosotros…No es necesario que el yunque devuelva el golpe, ¡tampoco lo puede hacer! Sólo debe permanecer firme, duro. Si es suficientemente resistente, firme y duro, entonces, normalmente, el yunque dura más que el martillo…” Esa comparación del yunque y el martillo se convirtió en el emblema de la resistencia al régimen. Hay que recapitular sobre estos personajes y su lucha, entender qué los fortaleció, qué fue lo que los ayudó, qué convicciones los mantuvieron en combate. Es sencillo hacer la conversión a nuestra realidad: ser yunque significa resistir, desconocer, desobedecer, en criollo, no dejarse, no desfallecer. Todo para quebrar la fibra del poder arbitrario con el cual “es imposible comulgar”.

Macky Arenas

Socióloga y periodista venezolana
mackyar@gmail.com

FUENTE: GENTIUNO
Enviado por: Lucio Catano


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3-EXPORTAR O PERPETUAR LA POBREZA

La pobreza en que vive la mayoría de los ciudadanos argentinos está delante de nuestras narices. No se necesitan índices ni estadísticas nacionales o mundiales para corroborarlo. El origen del desastre social es la desaparición de Argentina como actor significativo en los mercados mundiales de exportación de bienes y servicios.

Todos los países democráticos donde los habitantes mejoraron su calidad de vida e ingresos personales, y en los que la sociedad incorporó los espectaculares adelantos de la civilización, promovieron las exportaciones como Política Nacional.

Adoptar como Política Nacional crecer en exportaciones, exige el apoyo del soberano, que es el pueblo, al que hay que informarlo. Si no se consigue la comprensión y el apoyo del soberano, la batalla se perdió.

Para crecer en exportaciones, se deben eliminar los derechos de exportación, las trabas administrativas que las impiden, reintegrar los impuestos que gravan la producción de bienes exportados y los impuestos al trabajo. Es irracional pretender que el mercado internacional acepte y pague nuestro desquiciado sistema impositivo y la dilapidación del sector público.

Sacar a la población de la pobreza debe sustentarse en la voluntad del soberano de hacerlo y sin duda es un proceso de largo aliento.

Dr. Marcelo Castro Corbat
segundarepublica@fibertel.com.ar


http://segundarepublica.blogspot.com/

Fuente: Segunda República

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