martes, 21 de octubre de 2008

Catequesis y Política - Tú ¿Conoces a Dios? - 10ª Entrega

¡VIVIR LA VIDA DE DIOS!
“…DAR A CONOCER A DIOS, necesidad urgente y esencial…”


Por el Cardenal Antonio Caggiano

Adorar a Dios.

LA ORACIÓN : Dios siempre nos escucha, es nuestro Padre, y no puede querer otra cosa que el bien de sus hijos.

Debemos orar con el corazón puesto en Dios, con humildad, con perseverancia y con confianza.

Cada vez que oramos debemos invocar a Nuestra Madre la Santísima Virgen. Debemos presentar siempre nuestra oración valiéndonos de Ella, que nuestra oración llegue a la Santísima Trinidad presentada por María, que Dios reciba nuestra oración de manos de su bendita Madre. ¿No crees que de esta manera nuestra oración será grata a Dios, que en vez de poner sus ojos en nuestros pecados sólo verá el ruego de su propia Madre?.

Jesús nos encomendó la oración en común, y dijo: “Donde estén dos o tres congregados en mi nombre, allí estaré Yo en medio de ellos”. La familia que reza unida permanece unida.

La oración atrae sobre el hogar las bendiciones de Dios, para que todos permanezcan fieles a sus deberes y para que no les falte el pan del cuerpo y del alma.

LA SANTA MISA: es la forma más excelente de oración.
El Sacerdote católico oficia cada día la Santa Misa , el homenaje más importante ofrecido a Dios. En cada Misa es Jesús mismo quien se ofrece e intercede por nosotros ante el Padre, repitiendo el Sacrificio de la Cruz , aunque sin derramamiento de sangre. Y nosotros, con el Sacerdote, nos ofrecemos al Padre, unidos a Jesús.. Nuestro pobre homenaje adquiere así valor divino porque llega a la Santísima Trinidad presentado por Jesucristo mismo. Y así es como nosotros, en la Misa , “dignamente” adoramos a Dios, le glorificamos, le damos gracias por todos los beneficios recibidos, le pedimos por todas nuestras necesidades, y le imploramos perdón por nuestros pecados y por los pecados de todos los hombres, para que todos se conviertan y se salven.

Amar a Dios.

El primer Mandamiento de la Ley de Dios nos enseña: “Amarás a Dios con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con todo tu corazón, con tu entendimiento.”

No basta amar a Dios, tenemos que amarle sobre todas las cosas, más que a todo, porque Dios debe ser “todo” para nosotros.. Si tienes el deseo y la voluntad de amarlo, ya le amas, aunque tu interior se sienta frío. Basta pensar en el amor que nos tiene para sentir deseos de amarle.

¡Oh, Dios mío! Os amo con todo mi corazón, porque sois infinitamente bueno y digno de ser amado!. Esta es la síntesis del amor perfecto. El amor a Dios ilumina nuestra inteligencia y nos da la firme voluntad de ser cada vez mejores. Nadie ofende a quien ama. El que ama a Dios se hace dócil a su manera de vivir, sin esfuerzo, casi sin darse cuenta. Por eso decía San Agustín: “Ama a Dios y haz lo que quieras”. El Señor sólo nos pide buena voluntad, sincero deseo de agradarle, y Él se encargará de llevarnos de la mano. Pidámosle cada día que no nos deje caer en la tentación, y Él nos cuidará, es nuestro Padre.

¡ Purifica más nuestra alma servir a Dios por amor, que todo el fuego del Purgatorio!.
Un acto de amor perfecto reconcilia al instante el alma con Dios (si existe la voluntad de confesarse cuanto antes). Cuando un moribundo no pueda recibir al sacerdote a tiempo, cualquier persona debe auxiliarlo espiritualmente y hacerle repetir, o por lo menos oír, actos de amor a Dios y de arrepentimiento: ¡Dios mío, te amo y te pido perdón!, o expresiones parecidas.

Amor al Prójimo.

Jesús nos enseña: “Hijitos míos, oíd este mandato: De la misma manera que Yo os he amado, así debéis amaros los unos a los otros”.

Nosotros “podemos” amar a nuestros semejantes “a la manera” como Nuestro Señor nos amó. ¿ Como? Amando a todas las almas, rogando a Dios para que todas las almas se conviertan y se salven, contribuyendo con nuestra dedicación personal para que todos nuestros semejantes conozcan y amen a Dios. Para amar a Dios como hijo, lo primero es conocerle como tú ya le conoces. Nadie puede amar lo que no conoce.

¡ Que inmensa multitud de hombres no le aman como hijos, porque no tuvieron la dicha de que les expliquen las verdades que Dios mismo ha enseñado! ¡Millones de hombres pasan por la vida ignorando la dignidad divina a la que tienen derecho! Viven con las alas quebradas, volando a ras del suelo, limitados al plano humano, con un desasosiego en el corazón, con un deseo de felicidad siempre insatisfecho porque el corazón del hombre ha sido creado para amar a Dios con amor de hijo, y sólo así encontrará el hombre la felicidad, el sosiego, la paz del alma. A esto se llama la “Paz de Cristo”.

Y tú, que has encontrado ahora el sentido de tu vida, que a la luz de las verdades de Dios ahora lo comprendes todo, ¿verdad que sientes deseos de hacer “algo” para que los demás reciban también la luz de la Gracia ? ¿Quieres empezar ya?.Entonces repite: JESÚS, MARÍA, OS AMO; SALVAD LAS ALMAS!. En esta pequeña frase está condensado en perfecto amor a Dios y el perfecto amor al prójimo. Imposible decir más con menos palabras. Ni siquiera es indispensable decirla con los labios (aunque es recomendable), basta que la recuerdes, que trates de tenerla presente. Esta frasecita tiene un poder incalculable, porque es “puro amor” y el amor todo lo puede, porque “Dios es Amor”.

¡Que grande es el Misionero!. Es un hombre de Dios, que dedica su vida a convertir las almas y acercarlas a Dios.
Todos no podemos ser Misioneros, pero todos los católicos debemos tener espíritu misionero. Tú, que sientes ya deseos de hacer algo, puedes ser “un pequeño misionero de Jesús y María”, tratando de que los demás también vayan por el buen camino, enseñándoles a conocer a Dios, acercándolos a la Iglesia de Dios, para que frecuenten los Sacramentos y ordenen sus vidas. La forma más eficaz de que te ayudes a ti mismo espiritualmente, es tratando de ayudar a los demás para que las bendiciones del Cielo se derramen sobre ti a raudales. “Dios paga ciento por uno”, y ya en este mondo, no sólo en el otro. “Quien salva un alma, salva la propia”,(San Agustín).

En Nuestro Señor, María Reina y la patria, un abrazo.

Héctor Fernando Petricic
Soldado de Cristo
Movimiento Acción Restauradora.

movimientoar@yahoo.com.ar

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