sábado, 25 de septiembre de 2010

ESPACIO CULTURAL, LITERARIO Y FILOSÓFICO ..Nro 006.


TÍTULOS:

1-RESPETO.
Autor: JORGE ARMANDO DRAGONE .
Envío del autor
………………………….
2-CIENTO VEINTE CRUCES POR LOS MUERTOS EN CAUTIVERIO.
Autor: Cosme Beccar Varela    ..  correo@labotellaalmar
Envío del autor.
…………………………
3-EL PAIS "TRUCHO".
Autor: JORGE ARMANDO DRAGONE .
 Envío del autor.
………………………..
……………………….
CONTENIDOS DE LOS TÍTULOS:

1-RESPETO.
 Autor: JORGE ARMANDO DRAGONE .
Envío del autor:
Nuestro país padece actualmente muchos males, uno de los cuales, la crisis financiera, si bien tiene carácter de urgencia, quizás no sea el mas grave ni el mas importante. Dice Dostoievski, el gran novelista ruso, que "es una grave enfermedad de nuestros tiempos no saber a quién respetar". Si pensamos un poco en nuestra sociedad, creo que llegaremos a la conclusión que también estamos afectados por esta enfermedad: la falta de respeto. No somos respetuosos. Y es urgente, si queremos ser una sociedad realmente civilizada, que recuperemos el respeto. Una sociedad en la que falta el respeto, aunque sea económicamente próspera y técnicamente desarrollada, no es una sociedad verdaderamente civilizada. Sin respeto, el hombre desciende a un nivel mas bajo que el de los animales, ya que éstos obran siempre según su naturaleza, mientras que el hombre, por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, está llamado a vivir en un plano mas elevado. Según el diccionario, el respeto es un sentimiento que lleva a reconocer los derechos, la dignidad, el decoro de una persona o cosa y a abstenerse de ofenderlos. Según esta definición, contestemos honestamente a esta pregunta: ¿hay respeto en nuestra sociedad? Analicemos un poco: ¿a quién o a qué debemos respetar? En primer lugar, debemos respeto a Dios Nuestro Señor, quien nos ha creado y sustenta nuestra vida. ¿Respetamos a Dios? ¿Hablamos siempre de El con el respeto debido? Creo que es evidente para todos que no es así, ni en nuestras conversaciones, ni en los programas radiales y televisivos. Se toma el nombre de Dios en vano, se toma en broma a la religión y a sus ministros. Se habla con ligereza y frívolamente de las realidades mas sagradas, como la sexualidad, el matrimonio y la familia. También debemos respeto a la Patria, a sus símbolos, a los próceres, a las autoridades, a las instituciones, a las leyes, ordenanzas y reglamentos, a los monumentos y edificios públicos. Las paredes están cubiertas de inscripciones estúpidas, cuando no obscenas y groseras. Observando el tránsito en las calles, podemos darnos cuenta de que no se respetan las normas. A veces ni siquiera se las conoce. No se respeta tampoco la naturaleza ni el medio ambiente. No hay casi lugar verde que esté libre de vidrios, latas vacías, botellas rotas y envases de plástico. ¿Esto nos beneficia? Al contrario, nos perjudica a todos. Tampoco se respeta como es debido la propiedad y los bienes de los demás, ni su buen nombre y  honor. El robo, la estafa y la calumnia están a la orden del día. Todo esto supone falta de respeto. Nuestro lenguaje diario, chabacano y plagado de palabrotas, es una falta de respeto, tanto hacia los demás como a nosotros mismos. Y hemos llegado a considerar todo esto como algo "normal" y a veces, hasta nos vanagloriamos de ello, como si fuera una virtud y no un defecto. Es urgente, repito, que detengamos la carrera hacia el abismo en que nos encontramos, que recuperemos el respeto que debe existir en una sociedad verdaderamente civilizada. Si no comenzamos por respetarnos entre nosotros, ¿cómo podemos esperar que las otras naciones nos respeten?                                                    
 
Me viene a la memoria aquello del Martín Fierro: “Si la vergüenza se pierde/nunca se vuelve a encontrar”. Pero no seamos tan pesimistas. Talvez todavía podamos hacer algo para recuperarla. O, mejor aún, talvez no la hayamos perdido del todo.

                                                        JORGE ARMANDO DRAGONE .
……………………………
…………………..
2-CIENTO VEINTE CRUCES POR LOS MUERTOS EN CAUTIVERIO.
Autor: Cosme Beccar Varela    ..  http://ar.mc455.mail.yahoo.com/mc/compose?to=correo@labotellaalmar.com

Envío del autor.

Ciento veinte cruces, una por cada uno de los muertos en cautiverio bajo esta tiranía. Las clavaron catorce señoras y cuatro o cinco jóvenes hijos de los muertos o de los otros novecientos secuestrados en los campos de concentración del régimen, el 21 de Septiembre, mientras la "juventud dorada" de esta argentina insoportable se emborrachaba y se golpeaban a botellazos unos a otros en los jardines de Palermo (y algunos aprovechaban para robar), "festejando" el inicio de la primavera.


Las  clavaron en el pasto que adorna la entrada del edificio donde se sientan los Generales de más alto mando, sus oficiales y suboficiales y por encima de ellos, la terrorista Nilda Garré. Ahora el elegante edificio es de ella y le mandó poner como título: "Ministerio de Defensa".


Colgaron también varios carteles, uno de ellos, entre dos de las columnas que coronan la gran escalinata de honor que da acceso al edificio. Éste decía: "Nilda: ¿participaste en el secuestro de los Born?". Al parecer Jorge Born le reconoció la voz cuando la oyó hablar en una acto público. Como se sabe, en su secuestro, los "montoneros" asesinaron a Alberto Bosch y al chofer de los Born además de cobrar un rescate de u$s 60.000.000 de 1974, que equivalen a unos u$s150.000.000 de hoy. Otros carteles muestran fotografías de los diarios de los años 70 dando noticias sobre otros crímenes de los "montoneros".


Se habían instalado con unas pequeñas carpas ubicadas debajo de un ombú que está al costado Norte de la gran explanada que hay entre el edificio y la salida a la vía pública. Entre las 5 y las 6 de la tarde del 21 de Septiembre estuve con las 14 señoras, dirigidas por la valiente Cecilia Pando , dos jóvenes y un señor. Los visitantes eramos tres, uno de ellos el Dr. Alberto Solanet , Presidente de la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia,  los otros dos, el Dr. Ernesto Martín Rodriguez y yo. Durante todo ese tiempo, un joven barbado nos rodeaba como un moscardón sacando fotos desde todos los ángulos, algunas desde muy cerca, con total desfachatez. Sospecho que era un agente de la SIDE.


Durante esa hora ví salir y entrar a un buen número de hombres que obviamente eran militres, todos vestidos de civil. Ni uno solo siquiera miró en dirección a las cruces. No ví ninguno de uniforme. Las ventanas de la enorme fachada estaban cerradas. Nadie se asomó y si miraban la escena lo harían desde atrás de los vidrios. La fachada parecía un enorme bostezo de la soberbia aburrida del poderoso frente a la protesta minúscula de las heroínas cuyo justo dolor hubiera suscitado en cualquier persona con un resto de buenos sentimientos, algún gesto de condolencia, aunque fuera furtivo y fugaz.


Volví ayer a la misma hora, aproximadamente, y la escena era la misma.  Volví otra vez a la noche y la demostración se mantenía sin cambios dignos de nota. Y hoy (24/9) nuevamente y pude ver que la cantidad de heroicos guardias era igual. Sólo que me contaron algnas novedades. Anoche, un Coronel, aparentemente no obedecido por sus subordinados a quienes mandó hacerlo, retiró personalmente el cartel que interpela a la ministro Garré y lo escondió entre unos arbustos. Uno de los jóvenes custodios de las cruces lo encontró y se lo dió a la valiente Cecilia Pando quien subió la escalinata para volver a colgarlo. Un grupo de soldados de la guardia del Comando en Jefe trató de interceptarla pero ella fue más rápida y llegó antes a las columnas para reponer el cartel. Los soldados la dejaron hacer y se retiraron.


¡Qué valientes son esas 14 mujeres y esos cuatro muchachos! Pero, ¡ay dolor, qué pocos! Otra cosa sería si en la explanada hubiera habido aunque más no fuera 500 hombres rezando por los muertos, víctimas de sendos homicidios cometidos por la tiranía y por la liberación de los novecientos que aún mantiene en cautiverio, para muchos de los cuales ese cautiverio es el pabellón de la muerte. Y alternando las oraciones, gritando consignas contra la injusticia de la que son víctimas estos y los 40.000.000 de argentinos que esta tiranía despoja y oprime.


Hay 60.000 retirados de las FFAA. Con que un 1% de ellos se hubiera hecho presente la protesta hubiera cambiado completamente de cariz y hubiera pasado a tener un significado político, inmensamente más efectivo que el testimonio de las heroicas mujeres.


¿Qué decir de los civiles que critican al gobierno en privado o en internet, pero que tampoco estaban? ¿O de los civiles que se organizan en asociaciones anodinas cuya pugnacidad real no existe?  Estos ni siquiera tienen la excusa de perder sus pensiones militares.


Hay muchas más cosas por decir, pero no quiero molestar a nadie. Sólo quiero informar el hecho porque los diarios han guardado un repulsivo silencio. Sólo "Pagina 12" del 22/9/2010 publicó una noticia malintencionada, como es de suponer. "La Nación", "Clarín" y los demás diarios no dijeron ni una sola palabra.  ¿A eso le llaman "libertad de prensa"? Si las madres o abuelas de plaza de mayo hubiera clavado 120 tridentes, símbolos del padre de la mentira, en el mismo lugar, para repudiar la lucha contra la guerrilla, esos mismos diarios, la TV y las radios hubieran dado la noticia en tono laudatorio y la hubieran repetido hasta las náuseas.


Cosme Beccar Varela  .

…………………………….  
…………………………….
3-EL PAIS "TRUCHO".

Autor: JORGE ARMANDO DRAGONE .

  Envío del autor.
  El ingeniero Sbridanucci estaba exultante. Acababa de nacer su primer hijo. Desde que le anunciaron la feliz terminación de la cesárea y el nacimiento de un hermoso varón, no había dejado, ni por un momento, de hablar por teléfono a sus amigos y conocidos, participándoles la buena noticia. Algunos se molestaron un poco por lo intempestivo de la llamada.

    Después de besar a la Pochi, su esposa, y de mirar a su hijo desde lejos, a través del cristal de la "nursery", ya más tranquilo, por la seguridad de que todo estaba en orden, se dispuso a ir a su casa, para bañarse y afeitarse, pues estaba con una barba de varios días. A pesar de la preocupación de su inminente paternidad, no había olvidado que, justo ese día, a las diez de la mañana, tenía que firmar el contrato de una importante obra. Se trataba, nada menos, que de un ambicioso plan habitacional, para familias de escasos recursos.

    Bajó corriendo las escaleras de la clínica, para no tener que esperar al ascensor, y se dirigió hacia el lugar donde su automóvil estaba estacionado. Al salir de la clínica, se topó con un médico amigo que llegaba para la visita matutina a sus pacientes. Antes de que éste pudiera emitir sonido alguno, ya Sbridanucci lo había puesto al tanto de las novedades: había nacido Facundito, y la Pochi había salido bien de la cesárea.
    -¿Cesárea o necesárea?- le preguntó, incisivamente, el galeno.

    -¿Qué me querés decir? Hablá claro, que no te entiendo-, le contestó, medio amoscado, el irascible ingeniero.

    -Pero Nuchi, (así le llamaban sus amigos), ¿vos en qué mundo vivís? ¿Acaso no sabés que ese médico es trucho, que les hace la cesárea a todas sus pacientes, aunque no  haga falta?

    -¡Che, dejá de macanear! -el tono de Sbridanucci ya era francamente irritado- ¡Si es el mejor partero de la ciudad! ¡Por algo lo elegimos! Bueno, disculpáme, me tengo que ir, estoy apurado.- Y, sin esperar respuesta, se dirigió a su automóvil. En el trayecto, no pudo menos que pensar en lo que le había dicho su amigo. ¿Sería cierto? Y, en ese caso...Negros pensamientos cruzaron como nubarrones por su mente: el riesgo, quizás innecesario, de la anestesia, de la hemorragia, de la infección, la horrible cicatriz en el abdomen de la Pochi, los abultados honorarios del partero...

    (Arrancó, bastante nervioso, recorrió velozmente unas cuatro o cinco cuadras), y   luego el coche le empezó a fallar, cada vez más, hasta que se paró del todo. Se bajó, mascullando no sé que cosas entre dientes, y empujó el coche hasta estacionarlo junto a la vereda, hostilizado por los bocinazos de los otros vehículos.

    ¿Qué le podía pasar a su coche, si ayer no más lo había retirado del taller, y el mecánico, recomendado por varios de sus amigos, le había asegurado que el motor quedaba en perfectas condiciones, y que el arreglo estaba garantizado por un año? ¿Sería acaso un arreglo trucho, hecho por un mecánico trucho? ¿O le habrían cargado nafta trucha en la lujosa estación de servicio de la esquina de su casa, recién inaugurada?

    Dejó la dilucidación del enigma para más adelante, y siguió a pié, a paso rápido, camino de su casa. Traspuesto ya el umbral, luego de la feroz patada de rigor al gato de la Pochi, entró en el baño y abrió la ducha. La perspectiva de un baño caliente lo seducía. Pero antes de entregarse a las caricias del agua, se dispuso a afeitarse. Por suerte, ayer había comprado una afeitadora nueva, importada de Taiwan, detalle que lo ponía a cubierto del peligro de comprar una afeitadora trucha.

    Enchufó la afeitadora, se la llevó a la cara y...nada, no sucedió nada. Ningún ruido se oyó. La afeitadora no funcionaba. ¡Caramba, otro corte de luz!, se dijo Sbridanucci. Movió la llave de la luz y ésta se encendió inmediatamente. No, no era un corte de luz. Era, sencillamente...¡una afeitadora trucha, importada de Taiwan!  Esto ya era demasiado, aún para un hombre con las reservas morales del ingeniero Sbridanucci. Se desplomó. Cerró la ducha y se acostó.

    Toda su alegría de padre primerizo había desaparecido. En su lugar había bronca, amargura, ganas de vengarse, sin saber a ciencia cierta de quién, ni por qué ofensa. ¿Sería cierto entonces lo que le decía siempre su socio, que la vida es sólo eso, vender cosas truchas, cobrarlas como si no lo fueran y cuidarnos, para que los demás no nos "encajen" cosas truchas? Entonces, quizás le convendría seguir el consejo de su socio: usar materiales de mala calidad en el plan habitacional, y así aumentar considerablemente su margen de ganancia. Total, nadie se daría cuenta. Y, cuando alguien se diera cuenta, ya sería tarde. De ese modo, al fin podría concretar su tantas veces postergado sueño del viaje a Europa...

    Mientras ese tipo de reflexiones ocupaba su mente, no pensaba en su hijo recién nacido. Pero, de repente, la imagen de Facundito se le presentó. Y una duda atroz le taladró el corazón: su hijo, su Facundo, ¿sería también trucho? Se levantó como impulsado por un resorte y se dirigió nuevamente a la clínica. Antes de salir, telefoneó a la oficina, avisando que la firma del contrato quedaba postergada para la tarde.

    Entró a la clínica como una tromba y se dirigió directamente a la "nursery" . Se metió sin pedir permiso. Cuando la enfermera quiso reaccionar, ya estaba él junto a la cuna de Facundo, revisándolo, febril y minuciosamente. Lo miraba, lo medía, lo daba vuelta. Finalmente, se convenció que Facundito tenía todo lo que debe tener un bebé: ojos, orejas, boca, etc. No le faltaba nada. Todo estaba en su sitio, y en las debidas proporciones. Hasta se diría que era un chico lindo, en la medida en que pueden ser lindos los chicos recién nacidos. Por lo menos, así lo veía Sbridanucci. Y funcionaba bien. El corazón latía. Respiraba normalmente. Definitivamente, su hijo no era trucho. Al parecer, Dios todavía hacía bien las cosas.

    Pero, (para Sbridanucci siempre existía la posibilidad de un pero), si Dios no hacía cosas truchas, ¿qué pasaba con las cosas hechas por el hombre? Y, más precisamente, ¿qué pasaba con las obras de esa extraña variedad de "homo sapiens", el "homo argentinus"?, ¿se podía afirmar lo mismo acerca de ellas? En ese terreno, Sbridanucci no se sentía tan seguro todavía.

    Algo más tranquilo, sin embargo, luego de haber comprobado que su hijo no le había salido trucho, se dirigió nuevamente a su casa. Era cerca del mediodía. La mañana había sido intensa. Sbridanucci comenzaba a sentir hambre.

    En ausencia de la señora, ese día había cocinado doña Ramona, la muchacha. Había hecho empanadas. A Sbridanucci le encantaban las empanadas. Comenzó a comer con excelente apetito. Estaban buenas, buenísimas. Se notaba que los ingredientes eran de primera calidad. Y estaban bien preparadas. Y, como si esto fuera poco, doña Ramona se las había servido con una amplia sonrisa. Otra consoladora verdad penetró en su mente: doña Ramona no era trucha. Las empanadas de doña Ramona tampoco eran truchas.

    Esa noche, Sbridanucci escribió en su diario íntimo:

    "Hoy nació mi primer hijo. Se llama Facundo. No es trucho.
    Las empanadas de doña Ramona tampoco.
    No todo es trucho en
la Argentina.    ¿Qué es lo que yo deseo para mi Facundo?
    Fundamentalmente, tres cosas: la Fe, una familia, y una patria.
    Una patria que no sea trucha. Un país de personas no-truchas.
    Un país donde todo fuera trucho, absolutamente trucho, no podría seguir existiendo. Dejaría de ser.

    "Ergo", si la Argentina sigue existiendo, es porque todavía hay en ella algunos argentinos que no son truchos, que hacen cosas no-truchas. Como, por ejemplo, doña Ramona y sus empanadas. Pero, sin duda, debe haber muchos más. ¿Cuántos? Imposible saberlo. Pero seguramente en número suficiente como para que la Argentina siga funcionando.

    ¿Será el "número determinante" del que hablaba Hilaire Belloc?
    La defección de una sola persona, quizás podría provocar el derrumbe de todo el edificio social.

    Y esa "sola persona" puedo ser yo, Agustín Sbridanucci.
    No, yo no quiero ser el causante del derrumbe. Yo quiero que Facundo tenga patria. Una patria de verdad. No una patria trucha, una patria "de mentirita".

    Es necesario terminar con la "cultura" (o, mejor dicho, con la incultura) del "como si": hacer "como si" se trabajara, hablar "como si" se supiera, vender "como si" la cosa sirviera. En suma: vivir "como si"  Dios y la Ley Moral Natural no existieran. Así no es posible construir un país en serio.

    La mentira nos está matando. La mentira está minando la confianza mutua. Debemos desterrar la mentira como actitud y como hábito, individual y colectivamente. Si continuamos mintiendo, no tenemos futuro.
    No, no debo aflojar.

    Debo seguir tratando de hacer las cosas bien. Lo mejor que pueda.
    Usaré los mejores materiales para el plan habitacional. Quiero hacer casas tan buenas como las empanadas de doña Ramona.  Si mi socio no está de acuerdo y no logro convencerlo, me separaré de él. En cuanto al viaje a Europa, ya se verá más adelante.
    Lo más importante, para mí, en este momento, es no ser trucho.
    Aunque, a mi alrededor, haya muchos que lo sean."
    Nota: entre los papeles póstumos de Sbridanucci, se encontró esta poesía, titulada "Doña Ramona". Con sobrado fundamento, se supone que la persona aludida en ella es la misma que la autora de las empanadas que tanto gustaban al ingeniero. Aunque su valor literario es escaso (según nuestra modesta opinión), la transcribimos por su valor testimonial. Pensamos que puede ayudar a reconstruir en forma fidedigna el perfil moral y psicológico del célebre personaje. Aquí va:


                DOÑA RAMONA.   

            Nunnca la vi comer, ni tomar agua.
            Tan pronto se halla abajo como arriba.
            Cocina, barre el patio, lava y plancha.
            Poco le falta para ser ubicua.

            Algunas veces pienso: ¿será humana?
            ¿O será acaso un "ángel-salvavidas"
            que me mandó la Virgen, alarmada,
            al ver que  naufragaba mi familia?

            Se disipó la duda una mañana
            cuando -relámpago en la noche tibia-
            a través del jabón y de las sábanas
            se abrió paso el recuerdo de su hija.


JORGE ARMANDO DRAGONE .

No hay comentarios: