jueves, 2 de septiembre de 2010

1-¿TERRORISMO?//2- CONCEPCIÓN CATÓLICA DE LA POLÍTICA.



TÍTULOS:

1-¿CRIMEN ORGANIZADO O TERRORISMO?.
Fuente:
Informador Público .
Enviado por: Rubén Sisterna.
Por Alexis Di Capo para el
Informador Público
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2-CONCEPCIÓN CATÓLICA DE LA POLÍTICA.
Por: Pbro. Julio Meinvielle.
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CONTENIDOS DE LOS TÍTULOS:

1-¿CRIMEN ORGANIZADO O TERRORISMO?.
Fuente:
Informador Público .
Enviado por: Rubén Sisterna.
Por Alexis Di Capo para el
Informador Público .



El viernes pasado, en proximidades de Tres Arroyos, fue interceptado un camión con un container, requisándose 960 fusiles AK-47, universalmente conocidos como Kalashnikov.
La operación la llevaron a cabo efectivos de la Policía Provincial y de la Gendarmería Nacional.
La importancia del armamento incautado dio lugar a una investigación que trasciende la simple comisión de un delito. Los AK-47 no son usados por ninguna fuerza militar o de seguridad en la Argentina. Sí los usan, por ejemplo, las fuerzas armadas de Venezuela. Un año atrás, los carabineros chilenos detuvieron a grupos insurgentes mapuches que usaban este armamento, posiblemente provisto por las FARC. La Kalashnikov fue históricamente el arma más popular entre los movimientos armados de izquierda de África y el sudeste asiático.


Hipótesis y preguntas .
Investigadores de la Gendarmería Nacional estarían trabajando sobre las siguientes hipótesis: El cargamento podría haber ingresado al país por Bahía Blanca o por algún puerto patagónico y su destino sería la Triple Frontera. El reciente ataque armado al Comando de la Brigada Doce de Infantería de Posadas está entre los hechos que podrían tal vez tener vinculación con el impresionante cargamento secuestrado. Trascendió que el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, habría intervenido personalmente para ordenar que el hecho se mantenga en el más estricto secreto. Las versiones de que grupos de ultraizquierda están realizando entrenamiento militar afectarían políticamente al gobierno, sobre todo teniendo en cuenta que varios de los grupos bajo la lupa reciben abundante financiamiento oficial. Si el cargamento estaba destinado a su uso en el país, desde ya que habría que descartar cualquier hipótesis de delito común. Por otra parte, no hay antecedentes de bandas de delincuentes que utilicen este tipo de material bélico.


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2-CONCEPCIÓN CATÓLICA DE LA POLÍTICA.
Por: Pbro. Julio Meinvielle.



«El día después» es de ordinario el del decaimiento, la depresión y la tristeza. Se trate del ocaso del “optimismo” —ese imbécil y falso entusiasmo de creer asequible una posibilidad incierta e improbable que no debería razonablemente esperarse— de una elección política, o del final, nada glorioso y quasi vergonzoso, pero seguramente menos indecente, de una borrachera. «El día después», es el reproche de una conciencia insatisfecha con la inconsciencia de la fechoría mal urdida y peor ejecutada. Y el sabor amargo de una derrota pregustada ya en el derroche moral de una conquista efímera.

Abajo va puesto, entonces, un modesto sufragio para sobrellevar el dolor de lo presente.

Se ha esbozado la naturaleza de la política en una concepción católica. Pero ¿es posible realizar una política cristiana?

Según se insinúa (...), querer volver a una política cristiana sin el Espíritu cristiano que mueve las almas no sólo es imposible, sino que sería lo más pernicioso que pudiera acontecer a una nación y a la misma política cristiana. Sería reproducir el grave error de la Acción Francesa. Ideólogos que fabrican una política de encargo, sin metafísica, teología ni mística.

Si es así, ¿para qué, entonces, estas páginas de política cristiana? Misterio fecundo será siempre si logramos llevar a otros la convicción de que la política , tal como la quiere la Iglesia , no es posible sin Jesucristo. El es Vida, Verdad y Camino, y no hay nada, absolutamente nada, que sea en verdad humano que pueda lograr su integridad sin El. Más: todo lo humano que sin El nazca y se desarrolle caerá bajo la protección del diablo. La política , pues, la política concreta, militante, del mundo moderno, que debió ser cristiana, y por malicia del hombre no lo es, está amasada en cenizas de condenación.

Pero he aquí que este mundo se deshace. El hombre moderno había cifrado su ideal en realizar el “homo oeconomicus”, el hombre regido por sus necesidades económicas. Y creyó haber triunfado. Despliegue gigantesco de industrias, obra del hombre y para el hombre.

Pero llegamos a un punto en que el “homo oeconomicus” siente que todo en él es barro. Se deshace este mundo imbécil que pretendió ser cómodo sin Jesucristo. No que Cristo le haga cómodo, pues la Cruz es lo opuesto al “confort” de los burgueses. Pero la locura de la Cruz , al mismo tiempo que restituía al hombre a la participación sobrenatural de la vida de la Trinidad, le salvaba la integridad de su propia condición humana, hacía posible su vida en el destierro.

La Iglesia y Cristo, su cabeza, nunca han prometido más de lo que la realidad presente permite. “Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura”. Se nos prometió, es verdad, el reino de los cielos y no la comodidad de la tierra. Mas por añadidura se nos aseguraba la habitabilidad de este valle.

Los pretendidos filósofos, en cambio, los teóricos de la política liberal y socialista, nos prometieron el paraíso en la tierra y nos han dado un confortable infierno aquí abajo y la garantía del inextinguible fuego en la vida venidera.

Por fortuna para el hombre, para los auténticos derechos del Hombre, que no son otros que los derechos de Cristo —Salvador del hombre—, este mundo estúpido se deshace. En ésta su liquidación se salvarán las piedras de un mundo nuevo. Este mundo nuevo no lo elaborarán ni la economía, ni la política , ni la ciencia, ni siquiera la sabiduría metafísica. Sólo la teología, la sabiduría divina, en su realización auténtica que es la mística o sabiduría de los santos , podrá con su hálito trocar la muerte en vida. Un poderoso soplo de santidad ha de reanimar los despojos del mundo moderno.

¿Y los católicos ? ¿Andaremos, mientras tanto, afanosos por tomar posiciones a la derecha, en el centro , o a la izquierda?

¿A la derecha, en el centro , o a la izquierda de quién?

Nos rodea la podredumbre, ¿y pretendemos situarnos en el centro , o a sus lados?

Dejémosles a los mundanos estos términos, y dejémosles que tomen posiciones en las filas del diablo.

¿Haremos alianza con el fascismo o con la democracia ? ¿Propiciaremos las conquistas modernas del sufragio femenino? ¿Trataremos de cristianizar el liberalismo, el socialismo, la democracia , el feminismo?

Sería más saludable que nos cristianicemos nosotros mismos. Seamos católicos. Y como católico significa únicamente santo, tratemos verdaderamente de ser santos.

La santidad es vida sobrenatural. No consiste en hablar y pensar de la santidad. Es vida. Si es cierto que toma raíces en la fe, o sea en el conocimiento sobrenatural de Jesucristo, no culmina sino en la Caridad, que es el amor de Dios sobre todas las cosas y del prójimo por amor de Dios.

La vida católica, plenamente vivida en el ejercicio de la caridad, nos impondrá, por añadidura, una fisonomía católica en las manifestaciones puramente humanas de la vida: en arte , ciencia, economía y política. La sobreabundancia de la caridad dará lugar a un arte, ciencia, economía y política católicas.

Precisamente es éste el programa de la acción católica, a la que con instancias supremas nos invita el vicario de Cristo. Acción católica, no acción nuestra, no acción de los católicos como si fuesen una agrupación partidaria que tiene que defenderse como se defienden los burgueses o socialistas y comunistas.

Acción católica: esto es, acción del Padre por Jesucristo que vive sobrenaturalmente en el alma cristiana; acción santa y santificadora; acción imposible de realizarse aunque se posea una ciencia y habilidad muy grande de las cosas de religión, mientras no se esté en contacto con Jesucristo; acción cuya eficacia no está en proporción del movimiento o de la energía desplegada, sino de la santidad de que se vive.

Acción católica, que es el apostolado de los laicos con la jerarquía. Pero que es apostolado, o sea actividad de la santidad interior que, por su sobreabundancia, se derrama y comunica.

Acción católica: he ahí la posición indispensable de los católicos. Adviértase bien: indispensable.

¿Será, entonces, necesario que los católicos abandonemos las luchas en el mismo terreno político y económico y nos concretemos tan sólo a la acción católica?

La acción católica es la posición indispensable, pero no exclusiva. Ella es primera, de suerte que no podemos ocuparnos en otra actividad si resulta en su detrimento, y toda otra actividad debe ejercérsela en cuanto tienda, directa o indirectamente, a auxiliar a la acción católica. Lo exige el sentido de la jerarquía de las obras. Jerarquía no es absorción ni negación, sino afirmación de los derechos autónomos en la unidad del conjunto.

Salvada, entonces, esta primacía de la acción católica, los católicos , teniendo en cuenta las exigencias de su fe y de su misión, y las posibilidades de su propia vocación, pueden dedicarse especialmente a forjar la ciudad católica en nuestras sociedades descristianizadas. El programa de la ciudad católica para los tiempos actuales está ya elaborado. En documentos públicos, León XIII, San Pío X, Pío XI, Pío XII y Juan XXIII han dado las bases de un orden social cristiano de la sociedad. Ningún problema fundamental, económico o político ha sido omitido. Sólo falta que los católicos , con seriedad y honradez, asimilen esa doctrina que constituye el derecho público cristiano. Digo con seriedad y honradez, porque, desgraciadamente, los católicos , en lugar de escuchar atenta y fielmente a los Pontífices, sin mezclar con lo que ellos dicen sus propias concepciones, a veces hacen una mezcla de principios cristianos con liberalismo, socialismo y comunismo, que resulta un peligroso explosivo.

Una vez asimilados los principios que han de regir la ciudad católica, hay que diseminarlos en todos los ambientes y capas sociales. Esta es, por excelencia, la obra de la ciudad católica.

Pbro. Julio Meinvielle, en «Concepción católica de la política» .


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