Por Cosme Beccar Varela
El conflicto arabe israelí no tiene solución si se quiere que una de las partes derrote a la otra. Es como querer mantener una pesada masa en el aire, sin sustento alguno. Por la simple ley de la gravedad, la masa caería.
Por la ley del odio, dos contendores irreconciliables tenderán a aniquilarse el uno al otro y según que predomine la razón o la pasión, podrán mantenerse en un equilibrio inestable y precario o se atacarán con ferocidad tratando de eliminarse recíprocamente.
La guerra es inevitable e interminable porque los árabes se sienten víctimas de una injusticia y los israelíes consideran que es justo que los árabes se sometan a los hechos consumados, o sea a la creación del Estado de Israel por las Naciones Unidas en 1948, arrancando territorios de aquí y de allá hasta constituir una pequeña, artificial, pero poderosa nación.
Las fuerzas son parejas porque Israel está apoyado incondicionalmente por los EEUU, con razón o sin ella, y los árabes son millones y millones de hombres agrupados en varios Estados y cuentan con el apoyo de Rusia y China. Los tres padrinos son potencias nucleares, es decir, tienen bombas cada una de las cuales puede destruir una ciudad como Nueva York o Moscú de un solo golpe.
Por lo tanto, no es solamente el conflicto árabe israelí lo que está en juego sino la supervivencia mundial. Ese conflicto puede ser la chispa que encienda la guerra nuclear generalizada. Y eso sería el fin del mundo, porque Israel tiene 110 bombas nucleares, EEUU 4.100, Rusia 2.500 y varios otros países tienen centenas de ellas.
Baste decir que una sola bomba nuclear tiene entre 600 a 1.400 veces más poder destructivo que las bombas arrojadas por los EEUU en Hiroshima y Nagasaki en 1945 y la nube de partículas radioactivas que se formaría después de la detonación de una de ellas, se elevaría a más de 10.000 m de altura, tardaría más de 3.000 horas en caer sobre la tierra y, llevada por los vientos, puede dar cuatro veces la vuelta al mundo.
Es decir, una bomba termonuclear arrojada en cualquier punto del planeta será mortífera en cualquier otro lugar, por distante que se encuentre. Nadie estará a salvo. Huelga decir que poco tiempo después de terminada esa guerra de pocos minutos, no quedaría ni un solo hombre vivo sobre la Tierra.
Estos datos y otros igualmente aterradores los he tomado de un impresionante libro escrito por M. Jules Moch en 1954 titulado "La folie des hommes" ("La locura de los hombres") Editorial Robert Laffont, 17/11/54. Si en ese entonces las bombas termonucleares, cuya fabricación recién empezaba (el primer ensayo, aterrador en sus efectos, se realizó en el atolón Bikini, en el Océano Pacífico, el 1 de Marzo de 1954) puede imaginarse cual será el poder de los actuales artefactos de muerte.
Jules Moch no era un escritor de "ciencia-ficción". Era un especialista en guerra atómica. De una familia de oficiales del ejército francés, graduado en la Escuela Politécnica -la más prestigiosa de Francia en asuntos científicos- fue Ministro de varios gobiernos franceses antes y después de la 2da. Guerra Mundial, incluyendo la cartera de Defensa. Fue delegando permanente de Francia en la Comisión de Desarme de las Naciones Unidas desde 1951.
Suponiendo -lo que es obvio- que una vez tirada la primera bomba sobre alguno de los países que también la tienen o que fuera aliado de otro que la tenga, todos tiraran todas sus bombas contra todos de inmediato porque no tendrían una segunda oportunidad. Eso sería el fin de los tiempos.
* * *
Esta simple posibilidad convierte a todos los agnósticos del mundo, que no creen en la divina Revelación contenida en el Nuevo Testamento, en especial en el Apocalipsis, en una sarta de idiotas. ¿No se dan cuenta que estamos sentados sobre un volcán gigantesco que puede estallar en cualquier momento? ¿No es público y notorio que las bombas termonucleares tienen el inmenso poder que dice M. Moch y que hay miles de ellas en manos de individuos de poca o ninguna moral, como lo son en general los políticos?
Siendo esto así, es una grosera prueba de locura que los sucesivos gobiernos de los EEUU insistan en respaldar toda y cualquier acción del gobierno israelí, como si aquel gran país fuera un mero furgón de cola de la política de este último gobierno, exponiendo a su pueblo y al mundo a una hecatombe nuclear.
Estoy convencido de que el atentado contra las torres gemelas está relacionado con ese incondicional respaldo que le dan los gobiernos norteamericanos al de Israel y que el ataque a Irak tuvo como verdadero motivo el descomprimir la situación de aquel país, a costa de un inmenso sacrificio del pueblo norteamericano que, desde entonces ha vivido a los tumbos, de crisis en crisis, hasta culminar con la entrega del poder supremo a un extranjero originario de Kenia, imbuido de ideas de izquierda y cuyas verdaderas intenciones nadie conoce puesto que todo su programa electoral se reducía a una frase: "Change we need" ("necesitamos cambiar"). Cambiar qué y para qué, no se sabe con exactitud pero ha dado pistas en el plano moral y en otros campos que son suficientes para provocar una gran alarma.
* * *
Hasta ayer 12 de Enero, los ataques israelíes habían causado 900 muertos y casi 4.000 heridos (¡vaya a saber cuántos de esos heridos morirán o en qué condiciones quedarán!) y han dicho que todavía no empezó lo peor ("La Nación" 11/1/2009 pag. 2 y "Clarín", 13/1/2009, pag. 20). Según un informe del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) han sido muertos 258 niños y 1.080 resultaron heridos ("La Nación", pag. 3).
Entretanto, los cohetes lanzados desde Gaza han causado 15 heridos ("La Nación", 11/1/2009, pag. 29) y las bajas israelíes en combate, son 13.
Los ataques de Tel-Aviv son lanzados contra objetivos civiles alegando que ocultan guerrilleros palestinos que usan a los civiles como "escudos humanos".
En vez de intentar discriminar entre los guerrilleros y los "escudos humanos" los israelíes arrojan poderosas bombas desde aviones o mediante cañones de grueso calibre y largo alcance lo cual causa necesariamente la muerte violenta de esos "escudos humanos", que también podrían llamarse "rehenes inocentes" si se los mira del lado de Israel.
Parecería que la estrategia del gobierno de ese país es matar civiles para causar terror en la población con la esperanza remota de que los sobrevivientes exijan a los guerrilleros cesar en sus ataques.
Si esa es la intención no puede ser más absurda ya que poco pueden las mujeres y los niños contra guerrilleros fanáticos armados con cohetes de larga distancia y armas de todo tipo. O sea, que se trata de asesinatos de civiles sin atenuantes de ninguna clase, ni siquiera invocando una "razón de Estado".
"La Nación", en su editorial del 8/1/2008 menciona el ataque a tres escuelas de la ONU situadas en Palestina al cual califica como "acto totalmente repudiable y fuera de toda lógica y espíritu humanitarios". En ese ataque murieron 40 civiles, probablemente varios niños, tratándose de escuelas.
Además, Israel no permite la llegada de ayuda humanitaria motivo por el cual muchos de los heridos mueren por falta de atención médica y toda la población padece hambre y sed. Hace pocos días autorizó el ingreso de esa ayuda durante tres horas diarias. Esa concesión parece una burla más que una ayuda efectiva.
¿A nadie se le ha ocurrido preguntar por qué Israel no intercepta la llegada de los cohetes a manos de los guerrilleros palestinos? No se entiende cómo esos enormes aparatos pueden pasar desapercibidos al eficiente sistema de espionaje del "Mossad" que, como dice el Cardenal Raffaele Martino, Prefecto del Consejo Pontificio Justicia y Paz en las declaraciones que transcribo hoy en la Sección "Correo del Lector", puede descubrir, desde lejos, una hormiga en el suelo.
Y no son dos o tres sino miles. Según el Editorial citado de "La Nación" del 8/1/2009, en el último año los guerrilleros palestinos dispararon 3.200 de esos cohetes contra Israel.
La famosa "Mossad", agencia de servicio secreto famosa por su efectividad, ¿no es capaz de descubrir la ruta de esos misiles hacia Palestina para interrumpirla? ¿No sería eso mucho más efectivo que dejarlos entrar y luego atacar despiadadamente a la población civil palestina con la excusa de destruir los cohetes que dejó pasar?
No se trata, como digo, de unos pocos aparatos ni de piezas minúsculas. Son enormes aparatos imposibles de ocultar. No resulta creíble que el "Mossad” no pueda descubrir cómo y quién los hace entrar en Palestina.
* * *
¿No hay otra solución para asegurar que los israelíes puedan tener paz, en medio de millones de musulmanes hostiles, que el reiterado ataque contra la población civil de Palestina?
Tiene que haberla y el Cardenal Martino, la insinúa en sus declaraciones.
Dijo el Cardenal:
"¿Qué se puede decir cuando se mata a tantos niños o se bombardean las escuelas de las Naciones Unidas, a pesar de tener tecnologías que permiten localizar hasta una hormiga?".
"El cardenal añadió que ahora "ambas partes tienen que volver atrás. Israel tiene el derecho a vivir en paz y los palestinos a tener su propio Estado".
"Para resolver el actual conflicto, el cardenal Martino indicó la posibilidad de enviar "una fuerza internacional de interposición" a la franja de Gaza" (Agencia AICA, 9/1/2009).
* * *
Esa debería ser la solución. Todo el mundo tiene un interés directo y legítimo en hacer cesar esa guerra interminable y desusadamente cruel, porque como decía al principio, puede ser el detonante de una guerra nuclear mundial que mataría toda la Humanidad.
EEUU no debería apoyar a Israel en sus ataques masivos e indiscriminados y todos los países, especialmente los árabes, deberían reunirse en el marco de las Naciones Unidas para formar una fuerza de paz que desarme a los guerrilleros palestinos y a los belicistas israelíes, dando independencia a Palestina y restituyéndole los territorios más recientemente ocupados.
Esa fuerza de paz debería tener suficiente poder militar, distribuida en ambos países, como para reprimir inmediatamente cualquier violación a la pacífica convivencia de ambas naciones. Éstas sólo deberían conservar sus respectivas policías para mantener el orden interno y combatir la delincuencia común.
Se dirá que esta propuesta es utópica. Pero más utópico aún es suponer que podrá evitarse indefinidamente una guerra nuclear dejando que palestinos e israelíes se ataquen brutalmente, matando niños, mujeres y otros civiles inocentes en cualquier momento con la máxima violencia y la más repugnante crueldad, mientras los EEUU y Rusia apoyan incondicionalmente a uno u otro bando, con sus bombas nucleares siempre listas para iniciar en cualquier momento su apocalíptico derrotero final.
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El conflicto arabe israelí no tiene solución si se quiere que una de las partes derrote a la otra. Es como querer mantener una pesada masa en el aire, sin sustento alguno. Por la simple ley de la gravedad, la masa caería.
Por la ley del odio, dos contendores irreconciliables tenderán a aniquilarse el uno al otro y según que predomine la razón o la pasión, podrán mantenerse en un equilibrio inestable y precario o se atacarán con ferocidad tratando de eliminarse recíprocamente.
La guerra es inevitable e interminable porque los árabes se sienten víctimas de una injusticia y los israelíes consideran que es justo que los árabes se sometan a los hechos consumados, o sea a la creación del Estado de Israel por las Naciones Unidas en 1948, arrancando territorios de aquí y de allá hasta constituir una pequeña, artificial, pero poderosa nación.
Las fuerzas son parejas porque Israel está apoyado incondicionalmente por los EEUU, con razón o sin ella, y los árabes son millones y millones de hombres agrupados en varios Estados y cuentan con el apoyo de Rusia y China. Los tres padrinos son potencias nucleares, es decir, tienen bombas cada una de las cuales puede destruir una ciudad como Nueva York o Moscú de un solo golpe.
Por lo tanto, no es solamente el conflicto árabe israelí lo que está en juego sino la supervivencia mundial. Ese conflicto puede ser la chispa que encienda la guerra nuclear generalizada. Y eso sería el fin del mundo, porque Israel tiene 110 bombas nucleares, EEUU 4.100, Rusia 2.500 y varios otros países tienen centenas de ellas.
Baste decir que una sola bomba nuclear tiene entre 600 a 1.400 veces más poder destructivo que las bombas arrojadas por los EEUU en Hiroshima y Nagasaki en 1945 y la nube de partículas radioactivas que se formaría después de la detonación de una de ellas, se elevaría a más de 10.000 m de altura, tardaría más de 3.000 horas en caer sobre la tierra y, llevada por los vientos, puede dar cuatro veces la vuelta al mundo.
Es decir, una bomba termonuclear arrojada en cualquier punto del planeta será mortífera en cualquier otro lugar, por distante que se encuentre. Nadie estará a salvo. Huelga decir que poco tiempo después de terminada esa guerra de pocos minutos, no quedaría ni un solo hombre vivo sobre la Tierra.
Estos datos y otros igualmente aterradores los he tomado de un impresionante libro escrito por M. Jules Moch en 1954 titulado "La folie des hommes" ("La locura de los hombres") Editorial Robert Laffont, 17/11/54. Si en ese entonces las bombas termonucleares, cuya fabricación recién empezaba (el primer ensayo, aterrador en sus efectos, se realizó en el atolón Bikini, en el Océano Pacífico, el 1 de Marzo de 1954) puede imaginarse cual será el poder de los actuales artefactos de muerte.
Jules Moch no era un escritor de "ciencia-ficción". Era un especialista en guerra atómica. De una familia de oficiales del ejército francés, graduado en la Escuela Politécnica -la más prestigiosa de Francia en asuntos científicos- fue Ministro de varios gobiernos franceses antes y después de la 2da. Guerra Mundial, incluyendo la cartera de Defensa. Fue delegando permanente de Francia en la Comisión de Desarme de las Naciones Unidas desde 1951.
Suponiendo -lo que es obvio- que una vez tirada la primera bomba sobre alguno de los países que también la tienen o que fuera aliado de otro que la tenga, todos tiraran todas sus bombas contra todos de inmediato porque no tendrían una segunda oportunidad. Eso sería el fin de los tiempos.
* * *
Esta simple posibilidad convierte a todos los agnósticos del mundo, que no creen en la divina Revelación contenida en el Nuevo Testamento, en especial en el Apocalipsis, en una sarta de idiotas. ¿No se dan cuenta que estamos sentados sobre un volcán gigantesco que puede estallar en cualquier momento? ¿No es público y notorio que las bombas termonucleares tienen el inmenso poder que dice M. Moch y que hay miles de ellas en manos de individuos de poca o ninguna moral, como lo son en general los políticos?
Siendo esto así, es una grosera prueba de locura que los sucesivos gobiernos de los EEUU insistan en respaldar toda y cualquier acción del gobierno israelí, como si aquel gran país fuera un mero furgón de cola de la política de este último gobierno, exponiendo a su pueblo y al mundo a una hecatombe nuclear.
Estoy convencido de que el atentado contra las torres gemelas está relacionado con ese incondicional respaldo que le dan los gobiernos norteamericanos al de Israel y que el ataque a Irak tuvo como verdadero motivo el descomprimir la situación de aquel país, a costa de un inmenso sacrificio del pueblo norteamericano que, desde entonces ha vivido a los tumbos, de crisis en crisis, hasta culminar con la entrega del poder supremo a un extranjero originario de Kenia, imbuido de ideas de izquierda y cuyas verdaderas intenciones nadie conoce puesto que todo su programa electoral se reducía a una frase: "Change we need" ("necesitamos cambiar"). Cambiar qué y para qué, no se sabe con exactitud pero ha dado pistas en el plano moral y en otros campos que son suficientes para provocar una gran alarma.
* * *
Hasta ayer 12 de Enero, los ataques israelíes habían causado 900 muertos y casi 4.000 heridos (¡vaya a saber cuántos de esos heridos morirán o en qué condiciones quedarán!) y han dicho que todavía no empezó lo peor ("La Nación" 11/1/2009 pag. 2 y "Clarín", 13/1/2009, pag. 20). Según un informe del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) han sido muertos 258 niños y 1.080 resultaron heridos ("La Nación", pag. 3).
Entretanto, los cohetes lanzados desde Gaza han causado 15 heridos ("La Nación", 11/1/2009, pag. 29) y las bajas israelíes en combate, son 13.
Los ataques de Tel-Aviv son lanzados contra objetivos civiles alegando que ocultan guerrilleros palestinos que usan a los civiles como "escudos humanos".
En vez de intentar discriminar entre los guerrilleros y los "escudos humanos" los israelíes arrojan poderosas bombas desde aviones o mediante cañones de grueso calibre y largo alcance lo cual causa necesariamente la muerte violenta de esos "escudos humanos", que también podrían llamarse "rehenes inocentes" si se los mira del lado de Israel.
Parecería que la estrategia del gobierno de ese país es matar civiles para causar terror en la población con la esperanza remota de que los sobrevivientes exijan a los guerrilleros cesar en sus ataques.
Si esa es la intención no puede ser más absurda ya que poco pueden las mujeres y los niños contra guerrilleros fanáticos armados con cohetes de larga distancia y armas de todo tipo. O sea, que se trata de asesinatos de civiles sin atenuantes de ninguna clase, ni siquiera invocando una "razón de Estado".
"La Nación", en su editorial del 8/1/2008 menciona el ataque a tres escuelas de la ONU situadas en Palestina al cual califica como "acto totalmente repudiable y fuera de toda lógica y espíritu humanitarios". En ese ataque murieron 40 civiles, probablemente varios niños, tratándose de escuelas.
Además, Israel no permite la llegada de ayuda humanitaria motivo por el cual muchos de los heridos mueren por falta de atención médica y toda la población padece hambre y sed. Hace pocos días autorizó el ingreso de esa ayuda durante tres horas diarias. Esa concesión parece una burla más que una ayuda efectiva.
¿A nadie se le ha ocurrido preguntar por qué Israel no intercepta la llegada de los cohetes a manos de los guerrilleros palestinos? No se entiende cómo esos enormes aparatos pueden pasar desapercibidos al eficiente sistema de espionaje del "Mossad" que, como dice el Cardenal Raffaele Martino, Prefecto del Consejo Pontificio Justicia y Paz en las declaraciones que transcribo hoy en la Sección "Correo del Lector", puede descubrir, desde lejos, una hormiga en el suelo.
Y no son dos o tres sino miles. Según el Editorial citado de "La Nación" del 8/1/2009, en el último año los guerrilleros palestinos dispararon 3.200 de esos cohetes contra Israel.
La famosa "Mossad", agencia de servicio secreto famosa por su efectividad, ¿no es capaz de descubrir la ruta de esos misiles hacia Palestina para interrumpirla? ¿No sería eso mucho más efectivo que dejarlos entrar y luego atacar despiadadamente a la población civil palestina con la excusa de destruir los cohetes que dejó pasar?
No se trata, como digo, de unos pocos aparatos ni de piezas minúsculas. Son enormes aparatos imposibles de ocultar. No resulta creíble que el "Mossad” no pueda descubrir cómo y quién los hace entrar en Palestina.
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¿No hay otra solución para asegurar que los israelíes puedan tener paz, en medio de millones de musulmanes hostiles, que el reiterado ataque contra la población civil de Palestina?
Tiene que haberla y el Cardenal Martino, la insinúa en sus declaraciones.
Dijo el Cardenal:
"¿Qué se puede decir cuando se mata a tantos niños o se bombardean las escuelas de las Naciones Unidas, a pesar de tener tecnologías que permiten localizar hasta una hormiga?".
"El cardenal añadió que ahora "ambas partes tienen que volver atrás. Israel tiene el derecho a vivir en paz y los palestinos a tener su propio Estado".
"Para resolver el actual conflicto, el cardenal Martino indicó la posibilidad de enviar "una fuerza internacional de interposición" a la franja de Gaza" (Agencia AICA, 9/1/2009).
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Esa debería ser la solución. Todo el mundo tiene un interés directo y legítimo en hacer cesar esa guerra interminable y desusadamente cruel, porque como decía al principio, puede ser el detonante de una guerra nuclear mundial que mataría toda la Humanidad.
EEUU no debería apoyar a Israel en sus ataques masivos e indiscriminados y todos los países, especialmente los árabes, deberían reunirse en el marco de las Naciones Unidas para formar una fuerza de paz que desarme a los guerrilleros palestinos y a los belicistas israelíes, dando independencia a Palestina y restituyéndole los territorios más recientemente ocupados.
Esa fuerza de paz debería tener suficiente poder militar, distribuida en ambos países, como para reprimir inmediatamente cualquier violación a la pacífica convivencia de ambas naciones. Éstas sólo deberían conservar sus respectivas policías para mantener el orden interno y combatir la delincuencia común.
Se dirá que esta propuesta es utópica. Pero más utópico aún es suponer que podrá evitarse indefinidamente una guerra nuclear dejando que palestinos e israelíes se ataquen brutalmente, matando niños, mujeres y otros civiles inocentes en cualquier momento con la máxima violencia y la más repugnante crueldad, mientras los EEUU y Rusia apoyan incondicionalmente a uno u otro bando, con sus bombas nucleares siempre listas para iniciar en cualquier momento su apocalíptico derrotero final.
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