sábado, 10 de enero de 2009

Dudas de un deseducado “exigido” a un famoso pedagogo


No creo en el dogma que me enseñaron, que 2+2=4
Puede ser 5 o lo que se ocurra al educando. ¿Qué es un educando?
Interrogantes de un “deseducado” ante opiniones del pedagogo italiano Francesco Tonucci.


Por Juan Carlos Sánchez

"La misión de la escuela ya no es enseñar cosas. Eso lo hace mejor la TV o Internet" afirma el “reconocido pedagogo” italiano Francesco Tonucci, invitado por el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner.

Tengo 9 años menos que FT (Francesco Tonucci), soy argentino y marco las diferencias: la visión cultural y educativa de FT cuenta con entre 2 y 3 mil años de antigüedad más que la mía, de historia, debate y de definición de la identidad nacional (y conste que empiezo a considerar a Italia desde la pre Roma de los reyes sin atender a su riqueza anterior) y, lo que no es menos para el desequilibrio, soy un invadido cultural más. Esto desde el bandoneón y la polka (cultura europea) pasando por la mazamorra (cultura del maíz) y los fettuccini y llegando finalmente a la posmodernidad global de la hamburguesa con fritas, del rock (ya demodé) y de las cuestiones de género. Me están cambiando, me cambiaron. ¿Me seguirán cambiando? Si aprendo desde Internet o la TV y sus documentales, seguro que me seguirán cambiando. FT no lo dice pero lo quiere, es un profeta del nuevo imperialismo de la posmodernidad.
¿Qué quiere nuestro ilustre visitante atraído al paraíso lechero del Dr. Binner?

Llegó el ilustre invitado por el gobierno de Santa Fe a enseñarnos a educar. La aldea global se da tales lujos, vale, pagamos los santafesinos. ¿Cuánto costó? ¿Algo más o algo menos que terminar el lavadero del Hospital Iturraspe de la ciudad capital o que los baños de una escuela de Villa Guillermina? Sea cuanto sea solamente la frase que encabeza la nota publicada por PyD muestra el despilfarro, dice FT que “la misión de la escuela ya no es enseñar cosas”. Mucho de cierto hay en la escuela de este tercer mundo decadente de la posmodernidad globalizada de la Argentina, hoy la escuela es el comedor no familiar y el depósito de chicos mientras los padres changuean buscando el mango que el viejo Gómez escondió. Claro está que para la clase media alta europea para la que y desde la que piensa FT esta realidad no existe y en esa escuela la alimentación de la madre del educando durante el embarazo y del niño luego le permite al alumno percibir la belleza y admirar el arte. En su hogar suele haberlo, en las plazas cuidadas por todos y por una administración municipal eficaz, en los museos. Es otra vida. ¿Qué puede enseñarnos sobre educación FT viniendo de esa sociedad tan diferente?
Nuestra escuela debe empezar por lo elemental: enseñar valores cívicos, forjar conciencias, disciplinar. Italia lo sabe por experiencia porque en sus albores como comunidad los educandos de la antigua Roma no fueron tratados con demasiada delicadeza. Durante esa etapa banalizada y menospreciada de la recuperación nacional gracias al fascismo, tampoco. Seamos realistas, sin ser fascistas ni antifascistas lo más objetivo posibles: Sin disciplina en sus ciudadanos no hay nación posible.

Frases:

Dijo que es necesario que "las escuelas sean bellas, con jardines, huertas donde los chicos puedan jugar y pasear tranquilos” me parece un ideal maravilloso pero inaplicable mientas la mayoría de los niños argentinos concurra con las zapatillas averiadas, el estómago ansioso y el lápiz gastado.

Dijo que "No hay que considerar a los adultos como propietarios de la verdad que anuncian desde una tarima" es otra verdad con la que coincido. Nadie es dueño absoluto de la verdad pero el maestro la posee más que el educando. Si no los roles cambiarían, el maestro habría de concurrir a clases dictadas por el niño para aprender que enseñar.
Esta concepción de la enseñanza la sufrimos en la Argentina durante esa pérfida etapa del sicogenerativo en la cual la escuela quiso parecerse a un taller de especialistas más que a un espacio de aprendizaje. Se lo conoció al método como sicolinguístico y como padres sostuvimos duras luchas con los educadores enrolados en esa corriente modernista hasta que la realidad los derrotó pero antes lo hizo con nuestros ijos que escrivían las palavras como se les ocurría o como sonaban sin distinguir b de v, ignorando la h y omitiendo la conjugación verbal. Tampoco se enamoraron de la lectura ni aprendieron a autodisciplinarse y sus valores sociales decayeron si no fueron defendidos por la familia.
Y aquí vamos a otro tema de importancia: La familia es la primera educadora, la escuela es subsidiaria de ella.
Pero si a la familia se la demuele confundiendo su misión con un espacio de satisfacción sexual al que pueden acceder nenes con nenes y nenas con nenas por una cuestión de derechos humanos, de libre elección sexual o por una cuestión de género y hasta eventualmente adquirir el derecho de adoptar, bien podemos entender la escuela como otro espacio indefinido y amorfo en el cual el niño se sienta bien, cómodo, pasee, debata conocimientos de igual a igual con sus maestros, imponga condiciones, redacte reglamentos y eventualmente si lo desea pueda satisfacer su buena educación dándole una paliza a la maestra.
Obviamente una familia que no sabe lo que es ni para que es, poco y nada puede transmitir. En el caso planteado arriba, mamá no sabe si es mamá o papá y papá tampoco. Es todo confuso, falso, ¿qué puede enseñar tal familia? El error en el principio es como la luz de una lámpara que se expande indefinidamente dijo más o menos el Aquinate al que cito de memoria pues pocas ganas tengo de recorrer la Summa Teologicae buscando. Pero a eso vamos, al error, a la confusión, porque del caos sacan provecho los que tienen las cosas en claro, los que fueron educados recibiendo la transmisión de conocimientos que sus maestros pudieron darles, aquellos que en su momento sucedieron a sus padres en la sumisión de los mal educados o infra educados para la consolidación del imperio. Son los que educan a sus hijos de igual manera para que, a su vez, los sucedan en la tarea.

Dice FT: “Les pediría a los maestros que invitaran a los niños a llevar su mundo dentro del colegio, que les permitieran traer sus canicas, sus animalitos, todo lo que hace a su vida infantil.” Correcto, así en lugar de aprender algo alimentan sus mascotas, arman un rompecabezas o juegan al tetris con el celu entre mensaje de texto y mensaje de texto. Así no aprenden nada lesivo al imperio que necesita generaciones de bobos para seguir siéndolo; iletrados incapaces de pensar, de visión crítica, de dinámica de vida, de praxis política. Muñecos manejables, bah, por no decir boluditos alegres que suena fiero.
El niño lleva su mundo al colegio siempre. Nadie escapa de su mundo, de sus alegrías, esperanzas, decepciones, experiencias. El hombre es el hombre y sus circunstancias.

Dice FT: “Hoy no es necesario estudiar historia de los antepasados, sino la actual. Hay que pedirles a los alumnos que se conecten con su microhistoria familiar, la historia de su barrio. Que traigan el periódico al aula y se estudie sobre la base de cuestiones que tienen que ver con el aquí y ahora.”
De esta manera cumplen el sueño sarmientino de cambiar la población del país aunque sin sangre.
Sarmiento especuló la repoblación de la Argentina con ingleses una vez desaparecidos los gauchos; ciudadanos con otras historias y costumbres que vendrían a hacer la América despreocupados de la argentinidad y el americanismo. Hoy este principio se ejecuta desde la despoblación vía aborto, las uniones antinaturales y la anticoncepción y en el escamoteo de la historia, las tradiciones y de la cultura nacional y popular. No es nuevo, Perón advirtió que la mejor manera de sojuzgar un pueblo es destruir su cultura.
La microhistoria familiar es vivida por el alumno, la macro historia si así queremos llamarla, debe ser transmitida cuidadosamente, críticamente. No son todos malos los que como tales caracteriza Mitre ni todos buenos los defendidos por el revisionismo histórico, hay una urdimbre fecunda entre todos ellos y de esa trama surgimos los actuales argentinos. Alguna vez escribí sobre la belleza ética del Altar de la Patria, obra inconclusa y debida a la argentinidad, pensado por el Gral. Perón en su breve tercera presidencia. Todos juntos los de antes, así como estamos los de ahora. Síntesis inacabada, identidad aún no percibida aunque existente en el despreciado subsuelo de la Patria.
Ignorar la historia y sus hombres, deformarla, sesgarla, impide al nuevo argentino reconocerse, antedatarse, identificarse y reconocer como hermanos a los otros argentinos. Entonces el ideal de criollo es el Viejo Vizcacha, los mapuches chilenos los dueños originarios de la tierra, Roca un asesino despiadado, Rivadavia es merecedor de dar su nombre a la avenida más larga, Rosas un traidor genocida, Perón un tirano y así todo. Falta el monumento a los Kirchner en la Plaza de Mayo y que sus cenizas sean depositadas en la Catedral Metropolitana (las post mortem física, no las políticas de ahora).

Y también dice FT: “El colegio no debe competir con instrumentos mucho más ricos y capaces. No debe pensar que su papel es enseñar cosas. Esto lo hace mejor la TV o Internet. La escuela debe ser el lugar donde se aprenda a manejar y utilizar bien esta tecnología, donde se trasmita un método de trabajo e investigación científica, se fomente el conocimiento crítico...”
Con lo que nos está diciendo despersonalicemos al hombre, aislémoslo, que su relación sea con la máquina y no con otro hombre con quien pueda reconocerse... Dejemos el futuro en manos de quien tiene el dinero como para generar contenidos para Internet y la TV, el futuro son los chicos, esos que se sentarán como una bolsa de papas frente al televisor o el monitor y se levantarán más estúpidos de lo que se sentaron. Pero agrega intentando salvar la honra perdida y disimular el fallo que él mismo advierte en su argumentación: En la escuela debe fomentarse el conocimiento crítico... ¿Crítico ante la nada? ¿Quién adquiere categorías críticas si es manipulado, desinformado, engañado? A lo máximo adquirirá la capacidad de teorizar y discutir sobre contenidos absorbidos vía imagen, la más expresiva de las formas de comunicación, mientras la realidad pasa por otro lado; ni siquiera podrá elaborar un discurso propio, está acabado, dominado, absorbido y consumirá lo que los dueños de los medios quieran. ¡Pavada de futuro...!

Conclusión

Leyendo a FT concluyo que los dogmas que me enseñaron fueron producto de la arrogancia de mis maestros, que no es necesario que 2+2=4. Que a nadie importa la respetabilidad y sabiduría de los mayores. Que todo es relativo.
Concluyo que he sido deseducado y no educado, que no fui un educando y que mis maestros desde la primaria hasta la universidad fueron unos zoquetes absurdos que se la creían. Torpes ellos, ¿por qué no me preguntaban?

Soy un deseducado exigido, llevaba tarea a casa, teníamos clases de mañana y de tarde, nos hacían ir a Misa y rezábamos antes de empezar la hora; todos los días nos clasificaban en conducta y estudio con libreta que debía volver firmada por los padres, existían las amonestaciones, las quedadas fuera de hora en penitencia, nos fosilizaban en las columnas del patio en lugar de ir de recreo y más de un Sábado o un Domingo luego de Misa debíamos cumplir con el castigo de cubos y raíz cuadrada del resultado. Me torturaron los Hermanos de La Salle...
De todo eso lo único que saqué fue un montón de conocimiento inútiles porque ya están en Internet y la banda ancha es barata; disciplina personal para trabajar quince horas seguidas si es necesario, también inútil porque nadie se hace rico trabajando; una profunda fe en Dios –cuya existencia no hay que transmitir según FT sino que es materia opinable- que me alegra la vida en la Esperanza, emocionarme cuando canto el Himno (no el de Charly), una raigal adhesión a la familia y temor reverencial por esos genocidas célibes vestidos de negro a los que llamábamos “Hermanos”. Pavadas, puras pavadas.

Pero las autoridades de mi provincia para estar a tono con las uropas invitaron a FT. No los entiendo, los socialistas son una expresión moderna en la política argentina nacida en la crisis de la generación del ’80 (1880), ¿por qué imitan a los unitarios pre Caseros o a los liberales mitristas o a los progresistas kirchneristas? ¿No logran su identidad? Así les resultará difícil gobernar, más aún permanecer y mucho, muchísimo más aún superar la crítica histórica.

Aunque quizá si nuestros educadores acatan los consejos de FT, la historia, en el futuro, no existirá.


Nota fuente: Como no tenemos suficientes, ahora importamos boludos

E-mail del autor zschez@yahoo.com.ar
10 Ene 09

La nota:

"La misión de la escuela ya no es enseñar cosas. Eso lo hace mejor la TV o Internet" afirma el “reconocido pedagogo” italiano Francesco Tonucci, invitado por el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner.

Por Agustina Lanusse

Para Tonucci, de 68 años, nacido en Fano y radicado en Roma, el colegio no debe asumir un papel absorbente en la vida de los chicos. Por eso discrepa de los que defienden el doble turno escolar.

"Necesitamos de los niños para salvar nuestros colegios", explica Tonucci, licenciado en Pedagogía en Milán, investigador, dibujante y autor de Con ojos de niño, La ciudad de los niños y Cuando los niños dicen ¡Basta!, entre otros libros que han dejado huella en docentes y padres. Tonucci llegó a la Argentina por 15a. vez, invitado por el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, a quien definió como "un lujo de gobernante".

Dialogó con LA NACION sobre lo que realmente importa a la hora de formar a los más chicos y dejó varias lecciones, que muchos maestros podrían anotar para poner en marcha a partir del próximo ciclo escolar.

Propuso, en primer lugar, que los maestros aprendan a escuchar lo que dicen los niños; que se basen en el conocimiento que ellos traen de sus experiencias infantiles para empezar a dar clase. "No hay que considerar a los adultos como propietarios de la verdad que anuncian desde una tarima", explicó.

Recomendó que "las escuelas sean bellas, con jardines, huertas donde los chicos puedan jugar y pasear tranquilos; y no con patios enormes y juegos uniformes que no sugieren nada más que descarga explosiva para niños sobreexigidos".

Y que los maestros no llenen de contenidos a sus estudiantes, sino que escuchen lo que ellos ya saben, y que propongan métodos interesantes para discutir el conocimiento que ellos traen de sus casas, de Internet, de los documentales televisivos. "¡Que se acaben los deberes! Que la escuela sepa que no tiene el derecho de ocupar toda la vida de los niños. Que se les dé el tiempo para jugar. Y mucho", es parte de su decálogo.

-¿Cómo concibe usted una buena escuela?

-La escuela debe hacerse cargo de las bases culturales de los chicos. Antes de ponerse a enseñar contenidos, debería pensarse a sí misma como un lugar que ofrezca una propuesta rica: un espacio placentero donde se escuche música en los recreos, que esté inundado de arte; donde se les lean a los chicos durante quince minutos libros cultos para que tomen contacto con la emoción de la lectura. Los niños no son sacos vacíos que hay que "llenar" porque no saben nada. Los maestros deben valorar el conocimiento, la historia familiar que cada pequeño de seis años trae consigo.

-¿Cómo se deberían transmitir los conocimientos?

-En realidad, los conocimientos ya están en medio de nosotros: en los documentales, en Internet, en los libros. El colegio debe enseñar utilizando un método científico. No creo en la postura dogmática de la maestra que tiene el saber y que lo transmite desde una tarima o un pizarrón mientras los alumnos (los que no saben nada), anotan y escuchan mudos y aburridos. El niño aprende a callarse y se calla toda la vida. Pierde curiosidad y actitud crítica.

-¿Qué recomienda?

-Me imagino aulas sin pupitres, con mesas alrededor de las cuales se sientan todos: alumnos y docentes. Y donde todos juntos apoyan, en el centro, sus conocimientos, que son contradictorios, se hacen preguntas y avanzan en la búsqueda de la verdad. Que no es única ni inamovible.

-¿Cuál es rol del maestro?

-El de un facilitador, un adulto que escuche y proponga métodos y experiencias interesantes de aprendizaje. Generalmente los pequeños no están acostumbrados a compartir sus opiniones, a decir lo que no les gusta. Los docentes deberían tener una actitud de curiosidad frente a lo que los alumnos saben y quieren. Les pediría a los maestros que invitaran a los niños a llevar su mundo dentro del colegio, que les permitieran traer sus canicas, sus animalitos, todo lo que hace a su vida infantil. Y que juntos salieran a explorar el afuera.

-Varias veces usted ha dicho que la escuela no se relaciona con la vida. ¿Por qué?

-Porque propone conocimientos inútiles que nada tienen que ver con el mundo que rodea al niño. Y con razón éstos se aburren. Hoy no es necesario estudiar historia de los antepasados, sino la actual. Hay que pedirles a los alumnos que se conecten con su microhistoria familiar, la historia de su barrio. Que traigan el periódico al aula y se estudie sobre la base de cuestiones que tienen que ver con el aquí y ahora. Esto los ayudará a interesarse luego por culturas más lejanas y entrar en contacto con ellas.

-¿Cómo se puede motivar a los alumnos frente a los atractivos avances de la tecnología: el chat, el teléfono celular, los juegos de la computadora, el iPod, la play station?

-El colegio no debe competir con instrumentos mucho más ricos y capaces. No debe pensar que su papel es enseñar cosas. Esto lo hace mejor la TV o Internet. La escuela debe ser el lugar donde se aprenda a manejar y utilizar bien esta tecnología, donde se trasmita un método de trabajo e investigación científica, se fomente el conocimiento crítico y se aprenda a cooperar y trabajar en equipo.

-¿Es positiva la doble escolaridad?

- En Italia llamamos a este fenómeno "escuelas de tiempo pleno". La pregunta que me surge es: ¿pleno de qué? Esta es la cuestión. La escuela está asumiendo un papel demasiado absorbente en la vida de los niños. No debe invadir todo su tiempo. La tarea escolar, por ejemplo, no tiene ningún valor pedagógico. No sirve ni para profundizar ni para recuperar conocimientos. Hay que darles tiempo a los niños. La Convención de los Derechos del Niño les reconoce a ellos dos derechos: a instruirse y a jugar. Deberíamos defender el derecho al juego hasta considerarlo un deber.


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