HEROICIDAD DEL GENERAL DON MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES
De la conferencia en salta del 2 de junio de 2011.
Envío y autoría: Mons. Dante Bernacki
Vicario General de la Arquidiócesis de Salta.
Joaquín Castellanos dice sobre Güemes: “Arquetipo augural de la futura vida evolucionada: cumbre excelsa de la raza, realizador de libertad. Sembrador de justicia, manantial de bondades, productor permanente de belleza, creador de nuevos valores espirituales, mártir sublime de la fe patriótica, protector de humildes y desvalidos, padre del pueblo, numen tutelar de Salta, Señor de los Milagros humanos, que contra tus enemigos de afuera precipitaste el torrente de tus bravuras; y entre los enemigos de adentro, hiciste correr el raudal de tu misericordia”
Juana Manuela Gorriti en “Güemes” dice: “…la noticia de su presencia en Horcones se esparció con increíble rapidez; y en menos de una hora, la casa y sus cercanías estaban llenas de una multitud ansiosa que pedía con gritos entusiastas la dicha de contemplar al héroe, ídolo de los corazones y columna de la Patria. Él les salió al encuentro, afable y sencillo en su grandeza tendiéndoles sus brazos y llamándolos a todos por sus nombres… Rodeándolo centenares de hombres que habían abandonado el arado y el peal, y ciñendo el pintoresco chiripá, armados de sus puñales, le pedían sitio en sus invencibles huestes. Dioles él las gracias, alabando su resolución con palabras cuyo hechizo secó las lágrimas en los ojos de las madres, que le entregaron confiadamente sus hijos.”
En “Biografía del General Don Dionisio Puch” dice: “Eran los años de 1827. La fama de Güemes le había suscitado muchos émulos. Esta fue siempre la suerte del genio. Donde quiera que un hombre superior brilla, allí se desliza la envidia. El genio es como el sol, que saca con sus propios rayos del fondo de la tierra, las nubes que lo oscurecen…”
Hoy asistimos a un desprestigio de conceptos como “héroe”, “patria”, “símbolos patrios”, y todo lo que de una manera u otra se muestre como paradigma, como un ideal a amar, realizar, respetar o seguir.
El Diccionario de la Real Academia Española, al definir “héroe” dice: “Entre los antiguos paganos, el nacido de un dios o una diosa y de una persona humana, por lo cual le reputaban más que hombre y menos que dios / Varón ilustre y famoso por sus hazañas y virtudes / El que lleva a cabo una acción heroica…” y figuran otras acepciones.
En el Diccionario del Cristianismo dice: “En el mundo griego, culto tributado a un mortal considerado como hijo de un dios y de una mortal, pero que por sus hazañas mereció un puesto en el Olimpo a título de semidios…” Refiriéndose a la heroicidad de virtudes aclara: “Práctica habitual de las virtudes cristianas en grado heroico. No se mide tanto por la realización de acciones extraordinarias, como por la perseverancia en el ejercicio de todas las virtudes en forma superior a la media…”
Creo que habría que dejar de lado la figura del “semidios” para poner el acento en la “realización de humanidad”, puesto que lo primero se hace inalcanzable, mientras que lo segundo termina siendo un parámetro y un modelo a alcanzar. Nos quedamos para nuestro trabajo con la definición de “Varón ilustre y famoso por sus hazañas y virtudes” y también con el matiz de “heroicidad de virtudes”.
Cuando Don Martín Miguel de Güemes, entregó su vida a Dios, entrando en la inmortalidad, nos dejó en herencia una vida heroica en todo sentido, paradigma de lucha de un corazón que ama. Incluso a sus seres queridos, Carmencita Puch, que falleció diez meses después y a sus pequeños hijos, no les dejó fortuna, sino la huella de su hombría y heroicidad.
Su vida fue una vivencia de virtudes naturales y adquiridas. Trató de vivir del mejor modo posible su ser hombre en todas las dimensiones de su personalidad. Podríamos expresarlo así: humano por definición, héroe por excelencia, cristiano por su testimonio.
Su amor a la familia, se mostró en la vida matrimonial. La entrega por los suyos y su preocupación por Doña Carmencita Puch y sus hijos, quedan como un surco de amor y de cariño totalmente entregados, que culminaron en el apasionamiento de una mujer que llorando la muerte del marido, no tuvo consuelo para seguir viviendo, y murió como dijo Don Martín: “ella vendrá conmigo y morirá de mi muerte como ha vivido de mi vida”. La pasión de Juana Manuela Gorriti al rememorar en sus obras estos hechos, evidencian una historia que trasciende todo romanticismo superficial, hacia un amor con visos de eternidad.
Su vida fue fidelidad a Dios y a la causa de la Patria , por eso, la entregó en el marco de esta fidelidad. Más fácil para él hubiese sido quedarse cómodamente en casa y con su familia. Renunció a todo esto, para legarnos una patria libre.
Toda la existencia de este gran hombre salteño, fue una lucha permanente por la libertad, y fue herido en medio de esta lucha por una bala traidora. Murió don Martín Miguel, no sin antes depositar la herencia liberadora en los gauchos que lo seguían.
¿Quién vive? Pregunta el enemigo traidor… ¡La Patria !. Responde el General Güemes… y con un estampido cobarde, comienza la agonía de nuestro héroe gaucho.
Don Martín Miguel supo de la vivencia de las virtudes humanas. La prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza brillaron en sus obras, por tanto no tenemos que descreer hoy precisamente de ellas, pues la sociedad entera peligra si como ciudadanos dejamos de lado el referente de estas virtudes.
En fin, de mediocridades, no encontramos nada en él. Su testamento fue el de una vida íntegra y consecuente con los valores e ideales que supo vivir con un heroísmo sólo comparable con el de los más grandes héroes de nuestra Patria, de América y del mundo.
Para él “Patria” no fue una abstracción, sino esta tierra querida, con sus tradiciones palpitantes y con el ansia de una libertad que le da sentido y plenitud a nuestra pequeñas o grandes obras. Quienes entienden este mensaje viven la tradición no como una pieza de museo inmóvil, sino como el impulso viviente de un pueblo que quiere seguir construyendo partiendo de su identidad patriótica.
Güemes es un modelo de vida a seguir. Se fue de esta tierra con las manos llenas de amor y de entrega, tiñó su poncho, con la púrpura de su sangre, para engendrar desde la tierra salteña la soberanía de la Patria grande nacional.
DON MARTÍN MIGUEL MURIÓ HEROICAMENTE, PORQUE VIVIÓ HEROICAMENTE.
Hay cosas en la vida que no se pueden improvisar, y una de ellas, quizá la más definitiva es la muerte. Ese momento, es como un sello de autenticidad sobre la existencia de una persona. Se muere como se vive… podríamos decir.
Nacer es un proyecto, morir es el sello de autenticidad de ese proyecto llevado a plenitud. El nacimiento de Don Martín Miguel, es proyecto de esperanza para nuestro pueblo, su vida y su muerte, dan sentido a toda su existencia, hasta hacerlo brillar y colocar entre los más grandes prohombres de nuestra Patria y de toda América.
A la luz de esto descubrimos:
Don Martín Miguel, murió heroicamente, porque vivió heroicamente.
Toda la existencia de este gran hombre salteño, fue una lucha permanente por la libertad, comprendido en la simplicidad, amistad y valentía de sus gauchos, sufrió la incomprensión especialmente de las clases pudientes y dirigenciales de su tiempo, y fue herido justamente en medio de esta lucha por una bala traidora. La simiente de libertad, fue regada con su propia sangre, y constituye su herencia de vida para el gauchaje encandilado por el carisma de su conductor y jefe.
El general Güemes fue un testimonio de valentía incondicional, en él la cobardía no tuvo lugar. Y es en la entrega valiente que hoy se agiganta su figura para animarnos a continuar la lid soberana sin bajar los brazos. Él mismo expresaba a Olañeta: “No quiero favores en perjuicio de mi país; este ha de ser libre, a pesar del mundo entero… Nada temo, porque he jurado sostener la independencia de América y sellarla con mi sangre. Todos, estamos dispuestos a morir primero que sufrir por segunda vez una dominación odiosa” Al mismo Olañeta le recrimina “valerse de medios tan rastreros como inicuos, sólo es propio del que nació sin principios”… En Don Martín Miguel no existen medias tintas, es consciente de su vivencia de los valores y virtudes en él y en su gente: “Convénzanse ustedes, por la experiencia que ya tienen, que jamás lograrán seducir no a oficiales, pero ni al más infeliz gaucho: en el magnánimo corazón de estos, no tiene acogida el interés, ni otro premio que su libertad. Por ello pelean con la energía que otras veces han acreditado y que ahora más que nunca la desplegarán… y ya sabe también que no ha de hacer tan indecentes propuestas a un oficial de carácter, a un americano honrado y a un ciudadano que conoce más allá de la evidencia que el pueblo que quiere ser libre, no hay poder humano que lo sujete”.
La virtudes son para el testimonio, decía el General, no para ser vividas en privado. Es una idea esencialmente cristiana: “no puede haber cosa más delicada que el crédito de un gobierno, y de un gobierno naciente que se pone a la frente de los asaltos de innumerable enemigos. Tiene que hacer lucir y propagar delante de los hombres tan abundante luz que todos vean sus buenas obras sin ser suficiente la oculta o interior práctica de las virtudes” Carta del 11 de octubre de 1815.
Güemes es testimonio de la tradición viviente patriótica, hecho testimonio y amor que se inmola por los más altos valores… quizá hoy tan despreciados, como ser la honestidad, la lealtad, el amor por su tierra hasta la muerte, el desprendimiento, la tenacidad, la esperanza a pesar de las contradicciones, el despojo de toda ambición en lo que emprendía, el amor a su patria, a su Salta, y a su gente, especialmente a sus gauchos, etc.
DON MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES Y LAS VIRTUDES CRISTIANAS
La vida cristiana, florece en las virtudes teologales que son la fe, la esperanza y la caridad.
v La fe nos abre al misterio de Dios e ilumina el camino de la existencia.
v La esperanza nos lleva a confiar en las promesas de Dios y en los medios para alcanzarlas.
v La caridad se expresa en el amor a Dios y al prójimo.
En realidad, la vivencia de estas virtudes, se las puede palpar en la vida de alguien que es coherente con lo que cree.
A la luz de esto descubrimos:
Las actitudes de Güemes, fueron precisamente las de un hombre de fe. Como salteños nos identificamos con la devoción secular del Señor y la Virgen del Milagro: cabe imaginar a Don Martín Miguel postrándose ante las mismas imágenes que contemplamos hoy, con su fe profunda y viril. Como prenda de su fe, la imagen del Cristo Crucificado ostenta el escapulario personal del General, como uniendo en una misma realidad la esencia misma de la salteñidad: en su fe y en su historia.
La fe en Dios, “fuente de toda razón y justicia” es para un cristiano verdadero, fundamento para creer en la verdadera libertad, que es la base de toda soberanía.
Güemes creyó en la libertad, porque creyó en Dios.
Su agonía y su muerte lo muestran como un hombre cabal y de profunda fe: Ya prácticamente en su agonía, el realista Olañeta que había tomado Salta, intentó sobornar a Güemes, mandando a ofrecer los recursos necesarios para su curación, expresando: “Señor Coronel diga usted a su General que le agradezco su atención, pero que no puedo aceptar sus ofrecimientos absolutamente”… Olañeta intentó una vez más convencerlo vilmente con garantías, honores, empleos siempre que él y sus tropas rindieran las armas al rey de España, a lo que Don Martín Miguel, con fuerza replicó: “¡Coronel Vidt! ¡Tome usted el mando de las tropas y marche inmediatamente a poner sitio a la ciudad y no me descanse hasta arrojar fuera de la Patria al enemigo!... finalmente le dijo al realista: “Señor oficial, está usted despachado”
Don Martín Miguel de Güemes no antepuso nada a la fe hecha amor a Dios y a la Patria. Sabía que la libertad es el don más hermoso que persona o pueblo pueda tener, y por este don supo entregar su vida con total entereza y valentía. Aquel domingo 17 de junio de 1821, reclinando su cabeza sobre el pecho del sacerdote que lo ayudó a morir, nuestro héroe gaucho entregó su alma a Dios.
Guemes fue un hombre de esperanza. Las promesas de Dios son las de la plenitud eterna, que comienza con nuestra vida en la tierra. No podemos pretender esa plenitud, sin la lucha concreta por los valores que le dan sentido a nuestra existencia humana.
Güemes esperó en la promesas de Dios, por eso, esperó también en la independencia de nuestra Patria y sembró la semilla de ideales y valores esencialmente cristianos que llevaron a construir la identidad nacional. No optó por una vida cómoda, sino que lo sacrificó todo en aras de la liberación como un proyecto trascendente y continental. A pesar de los titubeos humanos del centralismo porteño, que se mostraban en debilidades frente al avance realista, mezclado con ambiciones, el héroe gaucho jamás se desanimó, aún cuando humanamente, la causa de liberación a veces parecía imposible.
Cuando los realistas le ofrecieron un médico a cambio de renunciar a la causa de la Patria , prefirió entregar su vida, antes que negar sus convicciones. Esto sólo podemos entenderlo en el corazón de un hombre con una esperanza incondicional en quien dirige los destinos de los pueblos y de la historia, el mismo Dios.
Don Martín Miguel, vivió profundamente la caridad, como amor a Dios y amor al prójimo: Un hecho en su vida quizá poco conocido lo pinta de cuerpo entero: En aquel entonces, el supremo director don Ignacio Álvarez Thomas, mandó apresar y trasladar al Tucumán al Arzobispo de Charcas Don Benito María de Moxó y de Francolí, acusado de realista… Venía maltratado por quien fuera el sargento mayor don Manuel de Rojas…
La detención del Arzobispo, que apoyó la causa americana, fue verdaderamente injusta, y Don Martín Miguel de Güemes tuvo esa intuición.
Llegada a Salta la comitiva, es donde se muestra el espíritu y el temple del General: “Aunque el excelentísimo señor general del ejército del Perú ha dispuesto que el ilustrísimo Sr. Arzobispo de los Charcas pase hasta la ciudad de Tucumán, he tenido a bien por justas consideraciones y sin perjuicio de las órdenes de dicho señor General, que entre en esta, ya sea a tomar algún descanso de sus fatigas (hospitalidad caritativa), ya sea porque la estación rigurosa de lluvias y calores le sería demasiado grave (sensibilidad humana sincera), cuando por otra parte mira este gobierno con todo respeto la alta dignidad que representa” (identidad de fe).
Aquí entrevemos la esencia de la personalidad de Güemes: la caridad, la humanidad y la fe que lo identifica como tal. En él vemos aflorar los valores que marcan su corazón, ante los cuales no duda y obra en consecuencia sin pensar en su fama, ni buscar posturas acomodaticias. Sostuvo esta situación con valentía e integridad a pesar de los reclamos de Buenos Aires.
El Arzobispo Moxó, expiró en nuestra Salta, el Jueves Santo del 11 de abril de 1816.
El Padre Julián Toscano anota: “Años después el Gral. Güemes, que tan generosa hospitalidad le brindara, bajado también a la tumba, vino a descansar al lado del ilustre expatriado por mucho tiempo en la misma vieja catedral”
Entendemos su muerte martirial como un sacrificio por la independencia de su pueblo. Porque amó a Dios, nos dio testimonio del amor por su Patria, que es un modo concreto de vivir el cuarto mandamiento: Honrar padre y madre.
Por eso su valor y entrega calaron hondo en los corazones de los suyos. Amó a sus gauchos, y se hizo querer por ellos, por eso su liderazgo natural, brotaba de su ser hombre de bien, con un amor cristiano y sincero por los suyos. Se acercó a sus valientes hombres, pero jamás acudió a la demagogia, pues a los que les seguían les exigió constancia, amor y sacrificio. Cuando sus adversarios quisieron comprar la voluntad del pueblo contra él, bastó su palabra enfervorizada para enamorar a sus gauchos de la causa por la Patria , deponiendo posturas mezquinas.
Aún en medio de las incomprensiones, supo luchar por su pueblo. Fue servidor de los pobres y desvalidos: nadie que tuviera necesidad, habiéndose acercado a él quedó desatendido.
Se alegró con las victorias de su pueblo, y se dolió en los momentos de zozobra.
Nunca ejerció violencia sobre los prisioneros, y supo perdonar aún las más grandes traiciones. No buscó humillar al enemigo, sino que siempre respetó su dignidad.
Don Martín Miguel, murió heroicamente por amor a Dios y a su Patria, porque vivió heroicamente ese mismo amor. Partió hacia la eternidad con su alma totalmente preparada y en gracia para su encuentro con el Creador.
Guemes nos llama al compromiso por los ideales y valores patrióticos.
Recordando las palabras de Is. 58,6-7, especialmente al final del texto dice: “Este es el ayuno que yo amo –oráculo del Señor- soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne (de tu prójimo)…”
Este ideal que tiene cumplimiento en la persona de Cristo, lo vemos plasmado en la vida y obra de nuestro “Héroe Gaucho”. Su testimonio dignificó y elevó la dignidad de los habitantes de este suelo, de tal manera que la figura del gaucho, tan peyorativamente considerada en aquellos tiempos, comenzó a tener la esencia de la nobleza que caracteriza hoy su identidad.
Ser Gaucho de Güemes, implica identidad y compromiso: vivir los valores de la fe, la esperanza y la caridad, que nos mostró Don Martín Miguel, canalizados en el amor a Dios, a la Patria y a la Familia. Pero esto es imposible sin el fundamento concreto de las virtudes humanas: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
“No se puede ser ‘gaucho de ocasión’, sino vivir este ideal con verdadera pasión”, es decir “no podemos contentarnos con ‘parecer gauchos’, sino que tenemos que ‘serlo’, plasmando esta identidad a lo largo de la existencia”.
UNA PERSONALIDAD DEFINIDA POR LOS VALORES DE AMOR Y DE JUSTICIA
“General, su humanidad caída por tierra muriendo, es signo de la simiente de libertad sembrada por usted, que fue regada con su sangre generosa”: Usted fue como el grano de trigo que cayó en la tierra y murió para dar fruto abundante, al mejor estilo cristiano.
Su vida es figura señera del Bicentenario de la Patria , y a la vez paradigma para proyectar la Argentina de este siglo XXI, ya que en él encontramos:
Ø Al hombre que sabiendo reconocer sus límites, supo dejar que las convicciones patrióticas rigiesen su existencia.
Ø Al héroe que abrió surcos generosos en los corazones, sembrando la semilla de la libertad.
Ø Al cristiano que dejó que el Justo Juez fuera el norte de sus pensamientos y sus obras.
Ø Al guerrero que en sus estrategias, dejó entrever el dominio de sí mismo que es la más fuerte de todas las victorias que conducen a las demás batallas con virtud y valentía.
Ø Al gaucho, que supo ganarse el corazón de los suyos con verdad y con justicia, dejando de lado toda demagogia.
Ø Al político que supo darlo todo en servicio del pueblo, y jamás buscó servirse del pueblo.
Ø Al idealista, cuya grandeza nos muestra que la mediocridad no tuvo lugar en su corazón.
Ø Al esposo que supo ganarse el corazón de su amada Carmencita, y al padre que ansiaba ver a sus hijos para compartir con ellos.
Ø Al patriota que supo ofrendar su vida para la grandeza de Salta, de Argentina y de toda América.
Para terminar, quisiera compartir la reflexión, en forma de versos libres que tienen un poco de elegía y un poco de plegaria en forma de díptico patrio.
Elegía al Héroe Nacional Don Martín Miguel de Güemes
Todavía resonaba, letal,
el estampido del disparo traicionero,
Don Martín Miguel herido
anduvo el camino postrero.
Las ramadas intentaron ampararlo
y la noche lo envolvió en su silencio,
el General cabalgaba dolorido
el manantial de su sangre va vertiendo.
La vida se le iba yendo
Por las venas abiertas de su cuerpo.
Dijo un gaucho:
-No se nos vaya mi General, que lo necesitamos…
Respondió Güemes en agónico estertor:
-El cansancio no venga a mis hombres…
mientras quede un enemigo
con fiera saña han de enfrentarlo.
En la madrugada del domingo diecisiete,
El gélido amanecer se vio sorprendido:
Los gauchos, que suelen llorar sin lágrimas,
hoy que muere quien fuera su guía y paladín,
las van derramando con el corazón transido.
General Don Martín Miguel de Güemes,
Héroe de Salta, Héroe de la Patria Argentina.
Queremos elevar nuestra plegaria
para que goces en el empíreo
de la plenitud que has buscado,
de la paz que esquiva te fue en el tiempo,
pues tu corazón bravío y guerrero
mientras corrían las páginas de la historia
no encontró días serenos, sino de ardor encendidos.
Sabemos que obraste con la integridad propia
de un hombre sincero y cabal
que supiste de gozos profundos
y de dolores que laceraron tu alma.
Que gustaste de la lealtad de tus hombres,
y saboreaste la amarga hiel
de las envidias y las traiciones.
Las armas que usaste fueron las de la justicia:
en lo ofensivo frente al invasor;
en lo defensivo al lado de tu gente;
tu vida testimonial se convirtió
en modelo de amor
y entrega por la Patria.
Hombre sin doblez,
sincero con los sinceros,
implacable con los hipócritas.
caritativo con los pobres,
lleno de ternura para el marginado,
jamás negaste tu mano
para levantar de la tierra al humillado.
Fuiste líder cercano a tus gauchos,
amigo que supo compartirlo todo,
tuviste la amistad dispuesta a quien la necesitara
sin caer en la trampa facilista de la demagogia.
Quisiste ver la Patria con la frente altiva
la soñaste soberana, independiente,
y la bala traicionera sesgó tu vida,
pero en tus gauchos dejaste la simiente.
Hoy el cielo imploro abierto,
para recibir tu alma inquieta,
sólo pido a Dios que te otorgue
el sosiego que en esta tierra te negaste.
Duerma, mi General, que tus gauchos velan,
duerma, Don Martín Miguel, que el sol despunta
en una plegaria ardiente y sentida
del corazón de esta Salta que orgullosa
muestra ante la Patria Argentina
tu rostro varonil y valiente,
tu sangre mártir de libertades auténticas
y de verdades que se constituyeron
en camino a seguir para las generaciones futuras
con gratitud, esperanza y valiente arrojo. Amén.
Mons. Dante Bernacki
Vicario General de la Arquidiócesis de Salta.
Salta, 2 de junio de 2011.
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UNA CITA DEL GENERAL DON MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES
Enviada por Mons. Dante Bernacki
“Convénzanse ustedes, por la experiencia que ya tienen, que jamás lograrán seducir no a oficiales, pero ni al más infeliz gaucho: en el magnánimo corazón de estos, no tiene acogida el interés, ni otro premio que su libertad. Por ello pelean con la energía que otras veces han acreditado y que ahora más que nunca la desplegarán… y ya sabe también que no ha de hacer tan indecentes propuestas a un oficial de carácter, a un americano honrado y a un ciudadano que conoce más allá de la evidencia que el pueblo que quiere ser libre, no hay poder humano que lo sujete”.
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