jueves, 8 de abril de 2010

EN DEFENSA DEL SANTO PADRE X.




EL AUTOR : El P. Roger J. Landry fue ordenado sacerdote por la Diócesis deFall River, MA, por el Obispo Sean O’Malley, OFM Cap., en 1999. Después deobtener la licenciatura de biología por la Universidad de Harvard, el P.Landry hizo sus estudios para el sacerdocio en Maryland, Toronto, ydurante varios años en Roma. Después de su ordenación sacerdotal, el ObispoO’Malley lo envió de regreso a Roma para concluir sus estudios degraduación en teología moral y bioética. Actualmente es vicario parroquialen la Parroquia del Espíritu Santo en Fall River, Massachusetts y capellánen la Escuela Secundaria Bishop Connolly.





Autor: Padre Roger J. Landry.



Fuente: Church Forum http://www.churchforum.org/.



Cuál debe ser nuestra respuesta a los terribles escándalos en la IglesiaMuchas personas se han acercado a mí para hablar del asunto. Muchas otrashubieran querido hacerlo, pero creo que por respeto y por no querer sacar arelucir lo que consideran malas noticias, se abstuvieron; pero para mí eraobvio que estaba en su mente. Y por eso, hoy, quiero atacar el asunto defrente. Ustedes tienen derecho a ello. No podemos fingir como si no hubierasucedido. Y yo quisiera discutir cual debe ser nuestra respuesta comofieles católicos a este terrible escándalo.
Lo primero que necesitamos hacer, es entenderlo a la luz de nuestra fe enel Señor. Antes de elegir a sus primeros discípulos, Jesús subió a lamontaña a orar toda la noche. En ese tiempo tenía muchos seguidores. Élhabló a Su Padre en oración acerca de a quienes elegiría para que fueransus doce apóstoles, los doce que Él formaría íntimamente, los doce aquienes enviaría a predicar la Buena Nueva en Su nombre. Él les dio elpoder de expulsar a los demonios. Les dio el poder para curar a losenfermos. Ellos vieron como Jesús obro incontables milagros. Ellos mismosobraron en Su nombre numerosos milagros.




Pero, a pesar de todo, uno de ellos fue un traidor. Uno, que había seguidoal Señor, uno, a quien el Señor le lavo los pies, que lo vio caminar sobrelas aguas, resucitar a personas de entre los muertos y perdonar a lospecadores, traiciono al Señor. El Evangelio nos dice que él permitió queSatanás entrara en él y luego vendió al Señor por treinta monedas enGetsemaní, simulando un acto de amor para entregarlo. “¡Judas!” le dijoJesús en el huerto de Getsemaní, “con un beso entregas al Hijo del hombre”Jesús no eligió a Judas para que lo traicionara. Él lo eligió para quefuera como todos los demás. Pero Judas fue siempre libre y uso su libertadpara permitir que Satanás entrara en él y, por su traición, terminóhaciendo que Jesús fuera crucificado y ejecutado.
Así que desde los primeros doce que Jesús mismo eligió, uno fue un terribletraidor. A VECES LOS ELEGIDOS DE DIOS LO TRAICIONAN. Este es un hecho que debemos asumir. Es un hecho que la primera Iglesia asumió. Si el escándalocausado por Judas hubiera sido lo único en lo que los miembros de laprimera Iglesia se hubieran centrado, la Iglesia habría estado acabadaantes de comenzar a crecer. En vez de ello, la Iglesia reconoció que no sejuzga algo por aquellos que no lo viven, sino por quienes si lo viven.




En vez de centrarse en aquel que traiciono a Jesús, se centraron en losotros once, gracias a cuya labor, predicación, milagros y amor por Cristo,nosotros estamos aquí hoy. Es gracias a los otros once -todos los cuales,excepto San Juan, fueron martirizados por Cristo y por el Evangelio, por elcual estuvieron dispuestos a dar sus vidas para proclamarlo- que nosotrosllegamos a escuchar la palabra salvífica de Dios, que recibimos lossacramentos de la vida eterna.



Hoy somos confrontados por esa misma realidad. Podemos centrarnos enaquellos que traicionaron al Señor, aquellos que abusaron en vez de amar aquienes estaban llamados a servir, o, como la primera Iglesia, podemosenfocarnos en los demás, en los que han permanecido fieles, esos sacerdotesque siguen ofreciendo sus vidas para servir a Cristo y para servirlos austedes por amor. Los medios casi nunca prestan atención a los buenos“once”, aquellos a quienes Jesús escogió y que permanecieron fieles, quevivieron una vida de silenciosa santidad. Pero nosotros, la Iglesia,debemos ver el terrible escándalo que estamos atestiguando bajo unaperspectiva auténtica y completa.



El escándalo desafortunadamente no es algo nuevo para la Iglesia. Hubomuchas épocas en su historia, cuando estuvo peor que ahora. La historia dela Iglesia es como la definición matemática del coseno, es decir, una curvaoscilatoria con movimientos de péndulo, con bajas y altas a lo largo de lossiglos. En cada una de esas épocas cuando la Iglesia llegó a su punto másbajo, Dios elevo a tremendos santos que llevaran a la Iglesia de regreso asu verdadera misión. Es casi como si en aquellos momentos de oscuridad, laLuz de Cristo brillará más intensamente. Yo quisiera centrarme un poco enun par de santos a quienes Dios hizo surgir en esos tiempos tan difíciles,porque su sabiduría realmente puede guiarnos durante este tiempo difícil.
San Francisco de Sales fue un santo a quien Dios hizo surgir justo despuésde la Reforma Protestante. La Reforma Protestante no brotó fundamentalmentepor aspectos teológicos, por asuntos de fe -aunque las diferenciasteológicas aparecieron después- sino por aspectos morales.Había un sacerdote agustino, Martín Lutero, quien fue a Roma durante elpapado más notorio de la historia, el del Papa Alejandro VI. Este Papajamás enseño nada contra la fe -el Espíritu Santo lo evitó- pero fuesimplemente un hombre malvado. Tuvo nueve hijos de seis diferentesconcubinas. Llevo a cabo acciones contra aquellos que consideraba susenemigos. Martín Lutero visitó Roma durante su papado y se preguntaba comoDios podía permitir que un hombre tan malvado fuera la cabeza visible de SuIglesia. Regreso a Alemania y observo toda clase de problemas morales.




Los sacerdotes vivían abiertamente relaciones con mujeres. Algunos tratabande obtener ganancias vendiendo bienes espirituales. Privaba una inmoralidadterrible entre los laicos católicos. El se escandalizó, como le hubieraocurrido a cualquiera que amara a Dios, por esos abusos desenfrenados. Asíque fundó su propia iglesia.



Eventualmente Dios hizo surgir a muchos santos que combatieran estasolución equivocada y trajeran de regreso a las personas a la Iglesiafundada por Cristo. San Francisco de Sales fue uno de ellos. Poniendo enriesgo su vida, recorrió Suiza, donde los calvinistas eran muy populares,predicando el Evangelio con verdad y amor. Muchas veces fue golpeado en sucamino y dejado por muerto. Un día le preguntaron cuál era su postura conrelación al escándalo que causaban tantos de sus hermanos sacerdotes. Loque él dijo es tan importante para nosotros hoy como lo fue en aquelentonces para quienes lo escucharon. El no se anduvo con rodeos.Dijo:
“Aquellos que cometen ese tipo de escándalos son culpables del equivalenteespiritual a un asesinato, destruyendo la fe de otras personas en Dios consu pésimo ejemplo”. Pero al mismo tiempo advirtió a sus oyentes: “Pero yoestoy aquí entre ustedes hoy para evitarles un mal aún peor. Mientras queaquellos que causan el escándalo son culpables de asesinato espiritual, losque acogen el escándalo -los que permiten que los escándalos destruyan sufe- son culpables de suicidio espiritual. Son culpables” dijo él “de cortarde tajo su vida con Cristo, abandonando la fuente de vida en losSacramentos, especialmente la Eucaristía”.San Francisco de Sales anduvo entre la gente de Suiza tratando de prevenirque cometieran un suicidio espiritual a causa de los escándalos. Y yoestoy aquí hoy para predicarles lo mismo a ustedes.




¿Cuál debe ser entonces nuestra reacción? Otro gran santo que vivió entiempos particularmente difíciles también puede ayudarnos. El gran SanFrancisco de Asís vivió alrededor del año 1200, que fue una época deinmoralidad terrible en Italia central. Los sacerdotes daban ejemplosespantosos. La inmoralidad de los laicos era aun peor. San Francisco mismo,siendo joven, había escandalizado a otros con su manera despreocupada devivir. Pero eventualmente se convirtió al Señor, fundo a los Franciscanos,ayudo a Dios a reconstruir Su Iglesia y llegó a ser uno de los más grandessantos de todos los tiempos.



Una vez, uno de los hermanos de la Orden de Frailes Menores le hizo unapregunta. Este hermano era muy susceptible a los escándalos. “HermanoFrancisco” le dijo, “¿que harías tú si supieras que el sacerdote que estacelebrando la Misa tiene tres concubinas a su lado? Francisco, sin dudar unsolo instante, le dijo muy despacio: “Cuando llegara la hora de la SagradaComunión, iría a recibir el Sagrado Cuerpo de mi Señor de las manos ungidasdel sacerdote.”



¿A donde quiso llegar Francisco? Él quiso dejar en claro una verdadformidable de la fe y un don extraordinario del Señor. Sin importar cuanpecador pueda ser un sacerdote, siempre y cuando tenga la intención dehacer lo que hace la Iglesia -en Misa, por ejemplo, cambiar el pan y elvino en la carne y la sangre de Cristo, o en la confesión, sin importarcuan pecador sea él en lo personal, perdonar los pecados del penitente-Cristo mismo actúa en los sacramentos a través de ese ministro.



Ya sea que el Papa Juan Pablo II celebre la Misa o que un sacerdotecondenado a muerte por un crimen celebre la Misa, en ambos casos es Cristomismo quien actúa y nos da Su cuerpo y Su sangre. Así que lo que Franciscoestaba diciendo en respuesta a la pregunta de su hermano religioso almanifestarle que él recibiría el Sagrado Cuerpo de Su Señor de las manosungidas del sacerdote, es que no iba a permitir que la maldad o inmoralidaddel sacerdote lo llevaran a cometer suicidio espiritual.



Cristo puede seguir actuando y de hecho actúa incluso a través del máspecador de los sacerdotes. ¡Y gracias a Dios que lo hace! Y es que sisiempre tuviéramos que depender de la santidad personal del sacerdote,estaríamos en graves problemas. Los sacerdotes son elegidos por Dios deentre los hombres y son tentados como cualquier ser humano y caen en pecadocomo cualquier ser humano. Pero Dios lo sabía desde el principio. Once delos primeros doce apóstoles se dispersaron cuando Cristo fue arrestado,pero regresaron; uno de los doce traicionó al Señor y tristemente nuncaregresó. Dios ha hecho los sacramentos esencialmente “a prueba de lossacerdotes”, esto es, en términos de su santidad personal. No importa cuansantos estos sean o cuan malvados, siempre y cuando tengan la intención dehacer lo que hace la Iglesia, entonces actúa Cristo mismo, tal como actuó através de Judas cuando Judas expulsó a los demonios y curó a los enfermos.



Así que, de nuevo, les pregunto: ¿Cuál debe ser la respuesta de la Iglesiaa estos actos? Se ha hablado mucho al respecto en los medios. ¿Tiene laIglesia que trabajar mejor, asegurándose que nadie con predisposición a lapedofilia sea ordenado? Absolutamente. Pero esto no seria suficiente.¿Tiene la Iglesia que actuar mejor para tratar estos casos cuando seanreportados? La Iglesia ha cambiado su manera de abordar estos casos y hoyla situación es mucho mejor de lo que fue en los años ochentas, perosiempre puede ser perfeccionada. Pero aun esto no seria suficiente.¿Tenemos que hacer más para apoyar a las victimas de tales abusos? ¡Sí,tenemos que hacerlo, tanto por justicia como por amor! Pero ni siquieraesto es lo adecuado. El Cardenal Law ha hecho que la mayoría de losrectores de las escuelas de medicina en Boston trabajen en elestablecimiento de un centro para la prevención del abuso en niños, que esalgo que todos nosotros debemos apoyar. Pero ni siquiera esto es unarespuesta suficiente.



¡La única respuesta adecuada a este terrible escándalo, la única respuestaauténticamente católica a este escándalo -como San Francisco de Asísreconoció en 1200, como San Francisco de Sales reconoció en 1600 eincontables otros santos han reconocido en cada siglo- es la SANTIDAD!¡Toda crisis que enfrenta la Iglesia, toda crisis que el mundo enfrenta, esuna crisis de santidad! La santidad es crucial, porque es el rostroauténtico de la Iglesia.
Siempre hay personas -un sacerdote se encuentra con ellas regularmente,ustedes probablemente conocen a varias de ellas también- que usan excusaspara justificar por que no practican su fe, por que lentamente estáncometiendo suicidio espiritual. Puede ser porque una monja se portó mal conellos cuando tenían 9 años. O porque no entienden las enseñanzas de laIglesia sobre algún asunto particular. Indudablemente habrá muchas personasestos días -y ustedes probablemente se encontraran con ellas – que dirán:“¿Para que practicar la fe, para que ir a la Iglesia, si la Iglesia nopuede ser verdadera, cuando los así llamados elegidos son capaces de hacerel tipo de cosas que hemos estado leyendo?” Este escándalo es como unperchero enorme donde algunos trataran de colgar su justificación para nopracticar la fe. Por eso es que la santidad es tan importante.




Estas personas necesitan encontrar en todos nosotros una razón para tenerfe, una razón para tener esperanza, una razón para responder con amor alamor del Señor. Las bienaventuranzas que leemos en el Evangelio de hoy sonuna receta para la santidad. Todos necesitamos vivirlas más. ¿Tienen queser más santos los sacerdotes? Seguro que sí. ¿Tienen que ser más santoslos religiosos y religiosas y dar un testimonio aun mayor de Dios y delCielo? Absolutamente. Pero todas las personas en la Iglesia tienen quehacerlo, ¡incluyendo a los laicos! Todos tenemos la vocación de ser santosy esta crisis es un llamado para que despertemos.



Estos son tiempos duros para ser sacerdote hoy. Son tiempos duros para sercatólicos hoy. Pero también son tiempos magníficos para ser un sacerdotehoy y tiempos magníficos para ser católicos hoy. Jesús dice en lasbienaventuranzas que escuchamos hoy: “Bienaventurados serán cuando losinjurien, y los persigan y digan con mentira toda clase de mal contraustedes por mi causa. Alégrense y regocíjense, porque su recompensa serágrande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetasanteriores a ustedes.”



Yo he experimentado de primera mano esta bienaventuranza, al igual queotros sacerdotes que conozco. A principios de esta semana, cuando terminede hacer ejercicio en un gimnasio local, salía yo del vestidor con mi trajenegro de clérigo. Una madre, apenas me vio, inmediata y apresuradamenteaparto a sus hijos del camino y los protegió de mí mientras yo pasaba. Memiro cuando pase y cuando me había alejado lo suficiente, respiro aliviaday soltó a sus hijos. ¡Como si yo fuera a atacarlos a mitad de la tarde enun club deportivo!



Pero mientras que todos nosotros quizá tengamos que padecer tales insultosy falsedades por causa de Cristo, de hecho debemos regocijarnos. Es untiempo fantástico para ser cristianos hoy, porque es un tiempo en el queDios realmente necesita de nosotros para mostrar Su verdadero rostro. Entiempos pasados en Estados Unidos, la Iglesia era respetada. Los sacerdoteseran respetados. La Iglesia tenía reputación de santidad y bondad. Pero yano es así.



Uno de los más grandes predicadores en la historia estadounidense, elObispo Fulton J. Sheen, solía decir que él prefería vivir en tiempos en losque la Iglesia sufre en vez de florecer, cuando la Iglesia tiene queluchar, cuando la Iglesia tiene que ir contra la cultura. Esas épocas paraque los verdaderos hombres y las verdaderas mujeres dieran un paso alfrente y contaran. “Hasta los cadáveres pueden flotar corriente abajo,”solía decir, señalando que muchas personas salen adelante fácilmente cuandola Iglesia es respetada, “pero se necesita de verdaderos hombres, deverdaderas mujeres, para nadar contra la corriente.”



¡Que cierto es esto! Hay que ser un verdadero hombre y una verdadera mujerpara mantenerse a flote y nadar contra la corriente que se mueve enoposición a la Iglesia. Hay que ser un verdadero hombre y una verdaderamujer para reconocer que cuando se nada contra la corriente de lascríticas, estamos más seguros que cuando permanecemos adheridos a la Rocasobre la que Cristo fundo su Iglesia. Este es uno de esos tiempos. Es unode los grandes momentos para ser cristianos.Algunas personas predicen que en esta región la Iglesia pasará tiemposdifíciles y quizá sea así, pero la Iglesia sobrevivirá, porque el Señor seasegurará que sobreviva. Una de las más grandes réplicas en la historiasucedió justamente hace unos 200 años.





El emperador francés Napoleón engullía con sus ejércitos a los países de Europa con la intención final dedominar totalmente el mundo. En aquel entonces dijo una vez al CardenalConsalvi: “Voy a destruir su Iglesia” “Je detruirai votre eglise!” ElCardenal le contesto: “No, no podrá”. Napoleón, con sus 1.50 de altura,dijo otra vez: “Je detruirai votre eglise!” El Cardenal dijo confiado: “No,no podrá. ¡Ni siquiera nosotros hemos podido hacerlo!”Si los malos papas, los sacerdotes infieles y miles de pecadores en laIglesia no han tenido éxito en destruirla desde su interior -le estabadiciendo implícitamente al general ¿cómo cree que Ud. va a poder hacerlo?El Cardenal apuntaba a una verdad crucial. Cristo nunca permitirá que Su Iglesia fracase.





Él prometió que las puertas del infierno no prevaleceríansobre Su Iglesia, que la barca de Pedro, la Iglesia que navega en el tiempohacia su puerto eterno en el cielo, nunca se volcara, no porque aquellosque van en ella no cometan todos los pecados posibles para hundirla, sinoporque Cristo, que también está en la barca, nunca permitirá que estosuceda. Cristo sigue en la barca y Él nunca la abandonará.



La magnitud de este escándalo podría ser tal, que de ahora en adelanteustedes encuentren difícil confiar en los sacerdotes de la misma maneracomo lo hicieron en el pasado. Esto puede suceder y podría no ser tan malo.¡Pero nunca pierdan la confianza en el Señor! ¡Es Su Iglesia! Aún cuandoalgunos de Sus elegidos lo hayan traicionado, Él llamará a otros que seránfieles, que los servirán a ustedes con el amor que merecen ser servidos,tal como ocurrió después de la muerte de Judas, cuando los once apóstolesse pusieron de acuerdo y permitieron que el Señor eligiera a alguien quetomara el lugar de Judas y escogieron al hombre que terminó siendo SanMatías, quien proclamó fielmente el Evangelio hasta ser martirizado por él.



¡Este es un tiempo en el que todos nosotros necesitamos concentrarnos aúnmás en la santidad! ¡Estamos llamados a ser santos y cuanto necesitanuestra sociedad ver ese rostro hermoso y radiante de la Iglesia! Ustedesson parte de la solución, una parte crucial de la solución. Y cuandocaminen al frente hoy para recibir de las manos ungidas de este sacerdoteel Sagrado Cuerpo del Señor, pídanle a Él que los llene de un deseo real desantidad, un deseo real de mostrar Su auténtico rostro.



Una de las razones por las que yo estoy aquí como sacerdote para ustedeshoy es porque siendo joven, me impresionaron negativamente algunos de lossacerdotes que conocí. Los veía celebrar la Misa y casi sin reverenciaalguna dejaban caer el Cuerpo del Señor en la patena, como si tuvieran ensus manos algo de poco valor en vez de al Creador y Salvador de todos, envez de a MI Creador y Salvador. Recuerdo haberle dicho al Señor, reiterandomi deseo de ser sacerdote: “¡Señor, por favor, déjame ser sacerdote paraque pueda tratarte como Tú mereces!” Eso me dio un ardiente deseo de serviral Señor.



Quizá este escándalo les permita a ustedes hacer lo mismo. Este escándalopuede ser algo que los conduzca por el camino del suicidio espiritual oalgo que los inspire a decir, finalmente, “Quiero ser santo, para que yo yla Iglesia podamos glorificar tu nombre como Tú lo mereces, para que otrospuedan encontrarte en el amor y la salvación que yo te he encontrado.”Jesús esta con nosotros, como lo prometió, hasta el final de los tiempos.Él sigue en la barca.Tal como a partir de la traición de Judas, Él alcanzó la más grandevictoria en la historia del mundo, nuestra salvación por medio de SuPasión, muerte y Resurrección, también a través de este episodio Él puede traer y quiere traer un nuevo renacimiento de la santidad, para lanzar unosnuevos Hechos de los Apóstoles en el siglo 21, con cada uno de nosotros -yesto te incluye a TI- jugando un papel estelar. Ahora es el tiempo para quelos verdaderos hombres y mujeres de la Iglesia se pongan de pie. Ahora esel tiempo de los santos. ¿Cómo vas a responder tú?





Las personas son como los vitrales.

Brillan cuando el sol está afuera,

pero cuando la noche se instala,

su verdadera belleza se revela sólo si hay una luz desde dentro.


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