miércoles, 13 de octubre de 2010

ESPACIO CULTURAL, LITERARIO Y FILOSÓFICO ..Nro 011.

ESPACIO CULTURAL, LITERARIO Y FILOSÓFICO ..Nro  011.

TÍTULOS:

1-CARTA ABIERTA A LA CIUDAD PORTUARIA
Por: Fernando García Bes (Salta)
Enviado por: Jorge Dragone.
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 2-L  A     C  R  U  Z
  EL CRUCIFIJO. 
Por: Raúl Sempere Durá
Enviado por :Jorge Dragone.
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 CONTENIDOS DE LOS TÍTULOS:

1-CARTA ABIERTA A LA CIUDAD PORTUARIA

Por: Fernando García Bes (Salta)
Enviado por: Jorge Dragone.

 
"Las ciudades no son criaturas de Dios y se apartan de todo lo que era en un principio: del olor a tierra, del rumor del agua, de la mirada del cielo ... Si les preguntáis a la gente de la ciudad como es el cielo, nadie sabrá daros razón de él ...".

"He leído que la primera ciudad del mundo se llamó Enoch y la fundó Caín para perderse de la conciencia de Abel, que le seguía como un perro. No es criatura de Dios la ciudad".

"Los que han nacido en la ciudad no saben lo que es nacer. Porque se nace de la tierra o no se nace".

Pág.  14 - 15  Los Pasos Contados - Manuel Augusto García Viñolas

  "Podía decirse además, que era mucho mas moderno que yo porque siempre estaba atento a los inventos y las nove­dades y le fascinaban esos ingenios que se suponen tienden a hacer mas grata la vida; fue uno de los primeros ar­gentinos que anduvo en bicicleta y me contaban que se lo veía todas las mañanas en el Bois de Boulogne -cuando estuvo en París en el año 99- dale que dale con el pedal, como una manera de mejorar su salud. También fue uno de los primeros que adoptó con entusiasmo los coches de motor y esas maquinitas de escribir que ahora todos usan. Por sobre todo, era un gran porteño, estaba marcado con el sello alsinista y miraba al resto del país con cierta compasión, por no decir con desdén ..."  Pág.  289  Soy Roca - Félix Luna (hablando de Carlos Pellegrini)

  -¿Cómo ves a los argentinos?

 -Los argentinos son recreídos-

¿Son o somos?

-Somos. Sí, los argentinos tenemos nuestras cosas. No somos como el resto de los latinoamericanos. Ellos me parecen como mas humildes, mas simples. Y los porteños somos los peores de todos. Revista La Nación  15-IX-96. Pág. 56

  "A confesión de parte relevo de pruebas". Máxima jurídica.

  Urbe troglodita, inmadura, como ser que se aferra a una juventud que la habilita para la transgresión permanente con la que se autonutre y a la vez indigesta, lanzando vómitos de indiferencia para con la propia sangre que te permitió ser, crecer y aún te alimenta.

Enjaulas los retoños que te visitan y los desidentificas llevándolos a ser nada mien­tras los convences de ser parte integrante de un todo. Un todo descerebrado que no existe y si existiese de una inconsistencia tal, que abruma a todo el cuerpo de la República.

  Por absorber lo que traen tus vientos y olas desde afuera desechas los que te em­pujan desde adentro.

 Ciudad espejismo colmada de progresismo que destruyes tu porvenir y el de los que de ti dependen, ya que resultas un oasis de agua salada que aumenta la sed de la desolación de los que te buscan como salvación y al sonsacarles sonrisas, estas quedan como mueca irónica de desesperación.

  El complejo de superioridad que le inficionas a los que te habitan y a los que te visitan, que de última son nuestros, será lo que te demolerá y en cascada nos arrastrarás a todos si es que no avizoramos este mal y no nos fortalecemos por regiones.

  Y así tu dolor será eterno, cuando por tu forma de ser, termines por astillar el mapa del que tú eres cabeza.


Y no podrás culpar a nadie mas que a  ti misma, por tu idiosincrasia que pudiendo haber sido la conjunción de mucho bueno y con condición de inmarcesible si te hu­bieras amalgamado con la historia, con los recuerdos, con los héroes que -directa o indirecta­mente- te levantaron hasta el pedestal hueco sobre el que hoy reposas y sin embargo dejaste marchitar por el continuo mirar para absorber lo extraño, dando la espalda a grandes sueños que brotaron con sangre, muchas veces anónima, derramada en distintas épocas y lugares de un patrimonio espiritual y físico, del que debes saber que no eres la única propietaria.

  A tu miopía casi imposible de modificar para con nosotras, la pagarán todos -culpables o inocentes- con una anarquía, que lamentablemente, en forma indefectible llegará.

  Pero estos son potenciales efectos de estas reales causas entre otras: la sonrisa burlona que reciben unos pocos de la mayoría cuando se detienen en el trajín diario durante el izamiento o el arrío de la bandera, o cuando se entona el Himno Nacional Argentino y también porque las amas de casa cambiaron la hora del Angelus por la televisión y porque los hijos y el personal doméstico ya no las acompañan para la oración sino para mirar la tele­novela, el partido de fútbol, el festival de rock o el desfile de modas.

  Deseo aclararte además que no será culpa nuestra que el pendón de luto por el deceso de la Nación Argentina, sea un pabellón extranjero.



 UNA PROVINCIA

 
Volvamos tierra adentro
 lentamente
como vuelven las nubes
 a la sierra
 volvamos a las fuentes.
                                                                                                                         
 Volvamos a la tierra
  allí donde la gente  
 es lenta y tiene tiempo
 para todo
donde con el trabajo
 de las manos
 sin apuro vivamos
 y donde de algún modo
  recuperemos la perdida
 calma
 para sentirnos y sentir
 nuestra alma.

 
Tierra Adentro - Jaime Dávalos

 
  Fernando García Bes (Salta)

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2-L  A     C  R  U  Z.

“Más sencilla, más sencilla. Sin barroquismo, sin añadidos ni ornamentos, que se vean desnudos los maderos, desnudos y decididamente rectos. Los brazos en abrazo hacia la tierra, el astil disparándose a los cielos. Que no haya un solo adorno que distraiga este gesto, este equilibrio humano de los dos mandamientos. Más sencilla, más sencilla; haz una cruz sencilla, carpintero”.   León Felipe

EL CRUCIFIJO.
Por: Raúl Sempere Durá
Enviado por :Jorge Dragone.

El 25 de marzo de 1988 apareció en el diario comunista L’Unità un artículo de la escritora y diputada Natalia Ginzburg. De origen judío y de pensamiento agnóstica, los nazis la persiguieron y su primer marido murió en la cárcel durante el control nacional-socialista de Roma. Fue diputada por el Partido Comunista en el Congreso y vivía sola con su hija Susanna, gravemente enferma desde los primeros meses de vida. Murió en 1991 defendiendo la libertad religiosa.
“Dicen que hay que quitar el crucifijo de las aulas. El nuestro es un estado laico y no tiene el derecho de imponer que en las aulas haya un crucifijo. […] A mí me disgusta que el crucifijo desaparezca para siempre de todas las clases. Me parece una pérdida. […] Me desagrada que el crucifijo desaparezca. Si fuera profesora, querría que en mi clase no lo tocaran. […] No puede ser obligatorio ponerlo. Pero en mi opinión tampoco puede ser obligatorio quitarlo. […] Debería ser una elección libre. Sería justo también pedir opinión a los niños. Si uno solo de los niños lo quisiese, escucharlo y hacerle caso. A un niño que desea un crucifijo puesto en la pared hay que hacerle caso. El crucifijo en clase no puede ser otra cosa que la expresión de un deseo. Y los deseos, cuando son inocentes, se respetan.
[…] El crucifijo no genera ninguna discriminación. Calla. Es la imagen de la revolución cristiana, que ha difundido por el mundo la idea de la igualdad entre los hombres, hasta entonces ausente. La revolución cristiana ha cambiado el mundo. ¿Queremos acaso negar que ha cambiado el mundo? Hace ya casi dos mil años que decimos ‘antes de Cristo’ y ‘después de Cristo’. ¿O queremos acaso ahora dejar de decirlo así? El crucifijo no genera ninguna discriminación. Está allí mudo y silencioso. Lo ha estado siempre. Para los católicos es un símbolo religioso. Para otros puede no ser nada, una parte de la pared. Y finalmente para alguno, para una minoría mínima, o quizá para un solo niño, puede ser algo especial, que suscita pensamientos contrapuestos. Los derechos de las minorías deben respetarse. Dicen que por un crucifijo puesto en la pared, en clase, pueden sentirse ofendidos los alumnos hebreos. ¿Por qué se van a ofender más los hebreos? ¿Es que no era Cristo un hebreo y un perseguido, y no murió martirizado, como les ha ocurrido a miles de hebreos en los campos de concentración? El crucifijo es el signo del dolor humano. La corona de espinas, los clavos, evocan sus sufrimientos. La cruz, que imaginamos alzada en la cima de un monte, es el signo de la soledad en la muerte. No conozco otros signos que expresen con tanta fuerza el sentido de nuestro destino humano. El crucifijo es parte de la historia del mundo. Para los católicos Jesucristo es el hijo de Dios. Para los no católicos puede ser simplemente la imagen de uno que fue vendido, traicionado, martirizado y muerto sobre la cruz por amor de Dios y del prójimo. […] Porque antes de Cristo ninguno había dicho nunca que los hombres son todos iguales y hermanos, todos, ricos y pobres, creyentes y no creyentes, hebreos y no hebreos y negros y blancos, y ninguno antes de él había dicho nunca que en el centro de nuestra existencia debemos situar la solidaridad entre los hombres.
[…] Jesucristo ha llevado la cruz. A todos nosotros nos ha ocurrido o nos ocurre el llevar sobre las espaldas el peso de una gran desgracia. A esta desgracia le damos el nombre de cruz, aunque no seamos católicos, porque demasiado fuerte y desde hace demasiados siglos está impresa la idea de la cruz en nuestro pensamiento. Todos, católicos y laicos, llevamos o llevaremos el peso de una desgracia, derramando sangre y lágrimas y esforzándonos por no caer. Esto dice el crucifijo. Lo dice a todos, no sólo a los católicos. Algunas palabras de Cristo las pensamos siempre, y podemos ser ateos, laicos, lo que se quiera, pero vuelan siempre por nuestro pensamiento igualmente. Ha dicho: "Ama al prójimo como a ti mismo". Eran palabras escritas ya en el Antiguo Testamento, pero se han convertido en el fundamento de la revolución cristiana. Son la llave de todo. Son lo contrario de todas las guerras. Lo contrario de los aviones que lanzan bombas sobre la gente indefensa. Lo contrario de los adulterios y también de la indiferencia que tantas veces rodea a las mujeres violadas en las calles. Se habla tanto de la paz, pero qué decir, a propósito de la paz, aparte de estas sencillas palabras. Son justo lo contrario del modo como hoy existimos y vivimos. Lo pensamos siempre, encontrando extremadamente difícil amarnos a nosotros mismos, y amar al prójimo más difícil todavía, o quizá incluso completamente imposible, incluso sintiendo que ahí está la clave de todo. El crucifijo estas palabras no las evoca, porque estamos tan habituados a ver ese pequeño signo colgado y tantas veces nos parece nada más que otra parte de la pared. Pero si se llega a pensar que Cristo ha venido a decirlas, molesta mucho que deba desaparecer de la pared ese pequeño signo. Cristo ha dicho también "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados". ¿Cuándo y dónde serán saciados? En el cielo, dicen los creyentes. Los otros por su parte no saben ni cuándo ni dónde, pero estas palabras hacen, quién sabe por qué, sentir un hambre y sed de justicia más severos, más ardientes y más fuertes. […] El crucifijo es parte de la historia del mundo”. (Il crocifisso nelle scuole, L’unità 25.III.1988).
! Pues tampoco voy a ser yo el que defienda la asignatura de religión. Sí, va a ser un camarada de zetapé: en 1919 el diario socialista de París «L’Humanité» publicó una carta dirigida por un padre socialista a su hijo:
“Querido hijo: Me pides un justificativo que te exima de cursar la religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que la mayor parte de los condiscípulos, y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificativo, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré jamás.
No es porque desee que seas clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro, ni lo hay tampoco en que profeses las creencias que te expondrá el profesor. Cuándo tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre; pero, tengo empeño decidido en que tu instrucción y tu educación sean completas, y no lo serían sin un estudio serio de la religión.
Te parecerá extraño este lenguaje después de haber oído tan bellas declaraciones sobre esta cuestión; son, hijo mío, declaraciones buenas para arrastrar a algunos, pero que están en pugna con el más elemental buen sentido. ¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?
Dejemos a un lado la política y las discusiones, y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables que debe tener un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender la historia y la civilización de los griegos y de los romanos, y ¿qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización?
En el arte, ¿qué serán para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas que ellas contienen? En las letras, ¿puedes dejar de conocer no sólo a Bossuet, Fenelón, Lacordaire, De Maistre, Veuillot y tantos otros que se ocuparon exclusivamente en cuestiones religiosas, sino también a Corneille, Racine, Hugo, en una palabra a todos estos grandes maestros que debieron al cristianismo sus más bellas inspiraciones?
Si se trata de derecho, de filosofía o de moral, ¿puedes ignorar la expresión más clara del Derecho Natural, la filosofía más extendida, la moral más sabia y más universal?—éste es el pensamiento de Juan Jacobo Rousseau.
Hasta en las ciencias naturales y matemáticas encontrarás la religión: Pascal y Newton eran cristianos fervientes; Ampère era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón; Flammarion se entrega a fantasías teológicas. ¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios?
Hay que confesarlo: la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización, y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras.
Ya que hablo de educación: para ser un joven bien educado, ¿es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia? Sólo te diré lo siguiente: nada hay que reprochar a los que las practican fielmente, y con mucha frecuencia hay que llorar por los que no las toman en cuenta. No fijándome sino en la cortesía, en el simple «savoir vivre», hay que convenir en la necesidad de conocer las convicciones y los sentimientos de las personas religiosas. Si no estamos obligados a imitarlas, debemos, por lo menos, comprenderlas, para poder guardarles el respeto, las consideraciones y la tolerancia que les son debidas. Nadie será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones religiosas.
Querido hijo: convéncete de lo que te digo: muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión, pero todo el mundo desea conocerla. En cuanto a la libertad de conciencia y otras cosas análogas, eso es vana palabrería que rechazan de ordinario los hechos y el sentido común. Muchos anti-católicos conocen por lo menos medianamente la religión; otros han recibido educación religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad.
Además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen facultad para serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión. La cosa es muy clara: la libertad, exige la facultad de poder obrar en sentido contrario.
Te sorprenderá esta carta, pero precisa, hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a su hijo. Ningún compromiso podría excusarme de esa obligación”. (L’Humanité, París 1919).

Que sea el propio Quevedo quien les resuma lo que pienso: “No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando los labios, ya la frente, silencio avises o amenaces miedo. ¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”.
  Raúl Sempere Durá.

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